por Nicolás Noviello
“Volver al cine, siempre volver”, podría ser una frase de cabecera que haga retomar el rumbo a un amante del cine cuando se pierde. Volver al cine… ¿en busca de qué? ¿por qué volver? Las vueltas siempre se asocian a un regreso, a un pasado, una regresión. En cambio, esto parece no ser así para Norma Teresa Cuevas de Aresta protagonista del cortometraje San Peron, tampoco lo fue así para quienes esperaban el regreso de Perón al país tras su proscripción. Esa vuelta significaba un futuro, pero sobre todo: un futuro mejor.
La vuelta de San Perón es un documental del Cineclub Dynamo, dirigido por Carlos Müller, donde se trabaja sobre la recuperación de un cortometraje llamado San Perón. En su primera mitad, Müller explica el recorrido de la cinta hasta llegar a sus manos, su exhibición en el programa de televisión Filmoteca y el reencuentro de ese cortometraje con su director Héctor Aure. Lo que sucede hasta allí es, desde lo anecdótico, realmente emotivo. Luego de esto, la película, sin nunca cambiar de rumbo, tiene un pequeño quiebre, uno tan hermoso que permite demostrar lo que por fuera del cine es imposible. Pero que, además, muchas veces no es tenido en cuenta, al menos no en su totalidad porque generalmente se habla de su poder evocador haciendo solo referencia al pasado y esto es incompleto.
El quiebre se logra por las derivas, por un cambio de registro, el cual ya venía permeando poco a poco en el documental, pero sin ser protagonista. Más allá del material de archivo y las entrevistas, la cámara insiste desde un comienzo en mostrar con detenimiento los espacios en los que el director de la película transcurre su tiempo presente, lugares como el cineclub y la casa de los entrevistados. Hay un pasaje donde observamos cómo Norma (en el cortometraje) presenta amorosamente a cada hijo e hija, luego de esto observamos a una familia espectando el cortometraje y a continuación la cámara se pierde en el agua en la que unos niños juegan al calor de la noche. Por un momento, gracias al registro y al montaje, aquellos niños pueden confundirse con los que la madre presentaba en San Perón, rápidamente se comprende la imposibilidad de ese pensamiento por la misma imagen, por su textura y color, pero el milagro ocurre: los niños del pasado se reúnen con los del futuro, en el presente. Lo que sucederá a continuación en la película se puede anticipar gracias a ese pasaje, el reencuentro del cortometraje con sus protagonistas.

Entonces, es cierto, la película de Héctor Aure funciona como una cápsula del tiempo y esto funciona también con el documental, pero reducir las películas a eso, a unas piezas de museo, es un error que el espíritu del documental no comete. Porque en ambas películas se constata el doble poder milagroso de evocación que tiene el cine: en primera instancia, se encuentra la importancia de la materia misma, es decir el cortometraje y una forma de vida, esa mujer Norma Teresa Cuevas de Aresta con su mensaje; en segunda instancia está la importancia de la reproducción de ese cortometraje, las funciones en el cineclub, la reaparición de una madre, las nuevas miradas. Lo primero responde a la evocación de un pasado, lo segundo a lo no siempre tenido en cuenta, la evocación de un futuro. Ambas se congregan en el presente y ese es el valor de La vuelta de San Perón, lograr ponerlo de manifiesto en la pantalla.
Allí se verifica la hermosura del documental, lo que lo vuelve el espíritu de un cineclub. No se trata de un documental sobre la caprichosa conservación de objetos coleccionables. Y tal vez, esta sea la principal diferencia con el fetichismo en el que algunos videoclubistas cayeron. En vez de preservar un pasado inmóvil al que admirar, la búsqueda está en el intento de transformar el presente con dicho pasado. El cine trabaja en el futuro, porque la imagen filmada nunca se ve en el presente y el cine se completa cuando es mirado. El trabajo de un cineclubista, entonces, no es preservar el pasado, sino algo aún más olvidado: el futuro. Por eso es acertada la molestia que manifiesta Carlos Müller en el LOKOMOTIVE #1 al decir que el cineclub no es un espacio de resistencia. Los espacios de resistencia, por más nobles que sean, terminan siendo absorbidos, la antesala a los «cines en casa» que propone toda plataforma a los consumidores, fueron los videoclubes.
En nada se parece esto al cineclubismo que siempre promovió la entrega total al cine, a su experiencia, donde se le hace frente a la dispersión, a una modalidad de consumo que nació en los Blockbuster. El cineclub no es una trinchera que soporta los avances, trabaja en la ofensiva y el trabajo del cineclubista, entonces, es proteger el futuro saliendo en la búsqueda de las nuevas miradas. La vuelta de San Perón es la posibilidad de la vuelta, de volver a ver, de volver a volver una y otra vez. Es una creencia en algo que anuncian muerto, que se cree olvidado y abandonado, pero no lo está. La vuelta de San Peron es una creencia en el cine, en un futuro.
Argentina, 2019 Producción, Guión y Dirección: Carlos Müller. Productor Asociado: Matías Musa Productor Ejecutivo: Hugo Crexell. Director de Fotografía: Matías Musa. Cámara: Matías Musa, Elías Gismondi, Hugo Meyer, Francesco Guarino, Higinio Herrera, Giles Valery. Asistente de Dirección: Zoe Manoukian. Asesoría en Archivo Fílmico: Laura Tusi Asesoría de Guión: Mónica Salerno. Sonido: Jorge Gutiérrez Jiménez. Montaje: José Manuel Streger, Natalia Bianchi. Música: Juan Ignacio Martínez, Joaquín Benegas. Dosificación de Color: Diego Croci. Duración: 62′ |
Nicolás, ¿dónde puede verse la película, si es que está disponible?
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Hola Oscar, gracias por preguntar, no lo aclare.
La película actualmente no estaba disponible, se estuvo pasando un mes en el Malba y Müller suele viajar cada tanto a hacer funciones en distintos lugares. Desde las redes del Cineclub Dynamo siempre difunden sobre nuevas funciones.
Mi critica llega algo tarde para cuando fueron esas funciones, yo tuve la suerte de verla hace unos dias.
Saludos.
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Gracias, Nicolás!
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