LUZ VERDE A LA TERNURA, ESCRIBE: JOY CANTIERI

por Joy Cantieri

Amistá son tres nenes adultos jugando. Amistá son tres nenes talentosísimos haciendo malabares. Amistá son tres nenes que trabajan en el semáforo y tratan de descifrar dónde trabajar para que les
paguen lo menos mal posible. Pero sobre todo son amigos que se aman y se divierten. Desde que entrás a la sala están luchando por la atención del público. Ya está Makolin cantando con la
guitarra y la gente entra como si fuera parte de la escenografía, siguen charlando, caminando y usando el celular. Pareciera que no se enteran de que empieza la obra hasta que se apagan las luces. Recién ahí parecen notar al artista en escena que ya hace como cinco minutos empezó el show, le dio matices, hizo pausas. Entran sus amigos a escena y se ponen a contar la plata que hizo cada uno. La frustración de los que juntaron menos plata se va cuando ven que el uruguayo sí pudo recaudar un poco más. Saludan al público, le dan tareas para hacer. En ningún momento frena la batalla por la atención, como si estuvieran calculando la luz roja del semáforo para terminar a tiempo. No hay diferencia entre el teatro y la esquina, bien podrías estar sentade en un auto y harían el mismo despliegue.
Hacen un trabajo precioso de malabares perfectamente coreografiado que no frena ni cuando discuten, ni cuando cuentan plata ni cuando se sientan a comer.
Vemos que viven juntos y si bien tienen distintos objetivos o distintas ideas de progreso, la salida es
colectiva. Para Makolin el progreso es comprar un suavizante de ropa bien cheto y para Pipi es pintar la casa. Cuando se les ocurre presentarse a un concurso de talentos, Pipi dice que con el premio pintaría de rojo pasión, a lo que Makolin le responde “¡Pero Pipi con esa guita podés empezar de cero!”.


Triunfar es tan sencillo como hacer bien un truco y el fracaso está tan cerca como tirar una clava al final de un show perfecto de 10 minutos. La masculinidad estereotipada les pasa a doscientos mil kilómetros, se burlan de las actitudes machistas y patriarcales y constantemente el tironeo es a ver quién es más frágil, se apoyan en los otros para tener fuerza y frenan la violencia con suavidad.
Predomina la ternura, es un show que mantiene hipnotizades a adultes y niñes. En el fondo había una nenita que se reía a carcajadas y todes nos reíamos igual. Sin embargo, no dejan de ir al hueso con lo que de verdad quieren mostrar: la criminalización de les laburantes de la calle y la indiferencia de la gente.
Hablan del abuso y la persecución policial, que esperan a que recauden algo de plata y se las sacan. Están tan acostumbrados que se enojan con ellos mismos por no evitarlo. Por si quedan dudas, nos dicen “todos estos tienen plata para venir al teatro, pero nos ven en la calle y no nos dan ni una moneda”. Acto seguido siguen con su despliegue de delicadeza y sensibilidad, te hacen desear que el show no termine nunca.
En realidad no termina, sigue en cada semáforo. Queda en cada espectador saber qué precio le va a poner al próximo artista que vea, aunque no sea en la comodidad de la butaca del teatro.


Actúan: Diego González, Facundo Muñoz Trovo, Blas Nielsen
Dirige: Tomás Soko
Domingos 20 horas- Galpón de Guevara (Guevara 326, CABA)

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