…y las urnas si está de humor
Si le anda la lapicera le agrega un verso a la constitución
A donde vayas no estará lejos
A donde vayas no estará lejos
Su cola es la autopista por la que vas manejando.
Los Espíritus, «Las armas las carga el diablo»
por Mercedes Orden
«La crítica no es hablar justamente en nombre de principios «verdaderos». De ello se deduce que el pecado mayor, en crítica, no es la ideología, sino el silencio con que se la encubre: ese silencio culpable tiene un nombre: es la buena conciencia, o, por así decirlo, la mala fe», dispara Roland Barthes (1967) en «¿Qué es la crítica?»1. Frente a la pretensión de objetividad, propone lo contrario: hacerse cargo del aspecto subjetivo a la hora de abordar un texto. En paralelo, Michel Foucault (1978) puede ayuda a pensar desde qué posición escribimos, al referir —en una primera aproximación— que la crítica es «el arte de no ser tan gobernado» 2 .
Entre el 20 y el 27 de julio se cumplieron 47 años de ‘La noche del apagón’, fecha que recuerda los sucesivos cortes del suministro eléctrico en la Usina de Libertador General San Martin, en la provincia de Jujuy, posibilitando el secuestro y desaparición de trabajadores y trabajadoras del Ingenio Ledesma. Se cumplieron, también, cuatro décadas de la primera marcha que conmemora este hecho sangriento de la historia argentina. Hechos que han confirmado la complicidad en crímenes de lesa humanidad por parte de la empresa dirigida por Pedro Blaquier, fallecido el 13 de marzo de este año, sin condena alguna respecto al rol desempeñado durante la última dictadura cívico militar y eclesiástica.
La noche del apagón es uno de los ejes temáticos de Diablo, Familia y Propiedad (Fernando Krichmar, 1999). El documental recoge una diversidad de voces que acompañan la reflexión acerca de la complejidad de los acontecimientos ocurridos y de una sociedad que fue históricamente oprimida, pero nunca abandonó su tradición de lucha. Los testimonios de estudiantes, docentes, militantes, caciques, obreros desocupados, escritores, antropólogos y familiares de detenidxs desaparecidxs del Ingenio establecen un hilo conductor entre la leyenda de los apagones, cuyo relato era que ocurrían tras la aparición de «El familiar» —junto a la creencia de que esta extraña figura tenía que comer a alguien para salvar la cosecha—, y el apagón de Ledesma en 1976, donde 400 personas fueron secuestradas.
Krichmar propone una serie de continuidades: la explotación de los pueblos originarios y sus tierras, la materialización de la violencia como un método de disciplinamiento social, las materializaciones del diablo, las desapariciones ocurridas durante los apagones, la resistencia de lxs trabajadorxs, el movimiento estudiantil y lxs oprimidxs siempre maltratadxs por la misma clase social —pudiéndose trazar otra continuidad de nombres, intereses compartidos y alianzas mantenidas entre la política y el empresariado—. Aún hoy la solución se repite: la represión como medida gubernamental, actualmente bajo la responsabilidad de Gerardo Morales, apoyado por Juntos x el Cambio, gesto que confirma la unidad a la hora de intimidar y apuntar contra un pueblo que se levanta para exigir sus derechos.

En El familiar (1975) Octavio Getino lleva esta leyenda cargada de sangre a la ficción, con anterioridad a los acontecimientos de La noche del apagón. El film se centra en el pacto de sangre entre los propietarios de las tierras con Zupay, el diablo, quien prometía aumentar las ganancias del patrón, a cambio de los cuerpos y almas de sus peones. «Y su rostro se multiplicó en muchos», explica el narrador confirmando que «el familiar» podía ser un perro negro, un viborón, un hombre, pero el pacto era siempre el mismo y la idea del sacrificio resultaba central. La sangre derramada en este evento es negociada entre el diablo y los propietarios, los sacrificados son siempre los mismos y Getino los nombrará como los oscuros, los perseguidos, los que nacieron de la tierra y que se mantuvieron cercanos a ella hasta que fueron arrancados.
Fernando Krichmar, junto al Grupo de Cine Insurgente, llega hasta las organizaciones de trabajadores desocupados y los levantamientos populares de fines del siglo XX, pero su documental se mantiene actual. Con la llegada a la Ciudad de Buenos Aires del Tercer Malón por la Paz, para visibilizar la inconstitucionalidad de la reforma a la Carta Magna de Jujuy impulsada por Morales ― que se desentiende de los derechos de las comunidades y sus tierras exhibiendo nuevamente los acuerdos entre políticos y empresarios― y frente a un mundo que tiende a elogiar un arte de hacer banal, nombrar estas películas es un modo de acercarse a su vigencia e interrogar una contemporaneidad que se llena de expresiones, mientras se vacía de contenidos. El acto de nombrar es también formular la pregunta acerca de qué films rescatamos, qué relatos nos identifican, qué conversaciones establecen entre ellos y con qué motivo irrumpen en nuestros presentes.