NEWSLETTER: SOÑAR SOÑAR. CARTAS DE CINE #2 FORMAS DE HABITAR

14–21 minutos

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Amigxs, les damos la bienvenida al segundo envío de Soñar soñar. Cartas de cine. Esta entrega está escrita a cuatro manos, entre Belén Paladino y Mercedes Orden. El tema que nos propusimos recorrer en esta edición es Formas de habitar, comprendiendo este concepto a partir de distintos modos de acercamiento y directorxs en lxs cuales detenernos. Forough Farrokhzad, Chantal Akerman y Catarina Vasconcelos serán las protagonistas de esta entrega, pero encontrarán también otras aproximaciones en la nueva sección de recomendaciones, donde mencionaremos obras de Ignacio Agüero, Manoel de Oliveira y Manuela Serra.

La importancia de pensar en las formas de habitar, de ubicar el verbo como eje temático, surgió de los cafés compartidos en donde ese concepto siempre se presenta desde la -aparente- simple pregunta respecto a cómo estamos, especialmente en una ciudad (de Buenos Aires) cada vez más difícil de ser habitada frente a los requisitos inmobiliarios, y en un país donde, tras las PASO, el presente se muestra enrarecido, enfrentándonos a nuevos diálogos, reflexiones y compromisos, mientras el futuro cercano se tornó un misterio que no nos encuentra indiferentes. 

Frente a esta situación de incomodidad, elegimos pensar el habitar a partir de problematizar lo dado y ubicarlo como parte de los interrogantes actuales. Consideramos que podría haber infinitas formas de interpretar este concepto. Esta entrega intenta pensar algunos sentidos, y quizás otro contexto nos proponga nuevas  maneras de abordarlo. 

por Mercedes Orden

Soy esa vela que mientras se consume
alumbra esta casa sombría y en ruinas.
Pero si al fin enmudeciera
destrozaría mi nido sin remedio.

Farrokhzad F., “Cautiva” en Eterno anochecer.

Forough Farrokhzad escribe: Si vienes a mi casa, amor/ tráeme una luz y una ventana/ para que pueda ver la alegría/ de aquella calle abarrotada. En su obra, la poetisa y directora de cine se expresa como si su modo de observar fuera en medio de la oscuridad, como si sus ojos se hubiesen acostumbrado a ese estado y no pudieran quitar la vista de las sombras. Sus versos evocan una vida de pérdidas, opresiones de una moral religiosa y la cultura patriarcal de su país. Como contracara y forma de resistencia, emerge el deseo, concepto que resultaría revolucionario dentro de la sociedad iraní de su tiempo.

En 1963 estrena su única película, el cortometraje La casa es negra (Khaneh siah ast / خانه سیاه است), realizada por encargo de la Sociedad de Ayuda a los Leprosos. En la presentación se advierte: son imágenes de la fealdad, un retrato del sufrimiento, que sería injusto de ignorar. Farrokhzad opta por explorar otro lenguaje haciendo uso del blanco y negro para retratar aquello que hasta ese momento eran solo palabras, proponiendo un relato donde el sufrimiento se acerca a diferentes subjetividades. He sufrido mucho en esta tierra, afirma la voz de una mujer mientras diferentes escenas de personas padecientes de lepra y cuerpos deformados por la enfermedad se suceden. El dolor confirma un punto de contacto entre la vida de la directora y quienes observa. 

En la mirada cómplice y testigo, la obra encuentra su compromiso. En la interrogación acerca de ese universo que se le presenta, emerge su intención poética. Observa las deformidades articulares, las lesiones cutáneas, el avance de un tiempo que resulta cruel con lxs padecientes. También en los tratamientos, los bailes y las tareas de cuidado, como si no se pudiese sufrir todo el tiempo, porque además hay vida. Las imágenes logran su potencia en la repetición y el ritmo cambiante en el montaje, asimismo en la forma en que conviven con rezos del Corán, cantos, información acerca de la enfermedad y versos íntimos (Recuerda que es inútil que te pongas bella/y que eres una canción en el desierto,/abandonada de los tuyos)  donde se atestigua una existencia primera, un gesto político, entre lo personal y lo colectivo, donde el hambre, la pobreza y la soledad son parte del problema.

En el libro Cine documental, Nicolás Prividera piensa esta película como “la piedra basal del cine iraní” (2022: 72). Ese lugar fundamental que ha adquirido la directora dentro de su cultura lo confirma Abbas Kiarostami, quien además de titular uno de sus largometrajes a partir de la poesía de Farrokhzad, también la evoca en su ficción a través del recuerdo de sus escritos (¡Escucha!/¿Oyes la corriente de las tinieblas?/Algo atraviesa la noche). En la escena más bella de El viento nos llevará (1999), la oscuridad ocupa casi todo. El único espacio que encuentra la penumbra para hacerse presente es junto a una mujer que ordeña una cabra mientras el protagonista recita el poema que titula esta obra.

El legado de Forough Farrokhzad es una referencia continua por el hogar, uno que ella no pudo mantener a lo largo de su vida o, en todo caso, que se disolvió muy pronto y la dejó expuesta a la oscuridad y el desamparo. Pregunta por el habitar, como un recurso de extrañamiento a partir de esa carencia que traslada a la poesía escrita y audiovisual. Los lugares no parecen reales en su obra sino una mera interrogación, o un recuerdo de una mujer continuamente exiliada, obligada a dejar a su hijo, su casa y quedar en una deriva de deseos, prejuicios ajenos e incertidumbres. 

Un modo de habitar de vela consumida, de infierno oscuro es el que sobrevuela a esta directora y poetisa. Las ruinas, la errancia, la soledad, la búsqueda de un refugio (¿Hasta cuándo habrá que andar de un sitio a otro?, se pregunta) son temas que se repiten en sus textos. Ella deambula, escribe y filma ubicando ese deambular como método, quizás en un intento de encontrar la puerta de salida. Luego muere en un accidente, a sus 32 años. Logra apartarse de la oscuridad de una sociedad a la que nunca se adaptó, pero donde deja su legado como forma de venganza.

por Belén Paladino

Llegan cartas desde el océano a la casa familiar en Portugal. Las palabras que el padre escribe serán leídas por su esposa y sus seis hijos, se volverán un intento por compartir la cotidianeidad a pesar de la distancia y las largas ausencias. En cambio, las cartas que Tiz le envía a su esposo en altamar se vuelven diario del crecimiento de los hijos, registro de las pequeñas transformaciones de seres y cosas con las que comparte el mundo. Un registro de sutilezas, todo aquello en apariencia estático se transforma delante de nuestros ojos de forma tan lenta que no parece posible percibir los cambios, pero todo ser y objeto está en movimiento. 

La metamorfosis de los pájaros no es solo un diario familiar, un árbol genealógico que su directora irá desplegando para pensar su familia y su país. Es sobre todo una forma de preguntarse por el mundo que nos rodea y las formas de habitarlo. Es una interrogación por lo humano y lo que está más allá de lo humano, por los pájaros que habitan en el cielo y los hipocampos en las profundidades del océano. A partir de esta sensibilidad la muerte de la madre o la de un pajarito visto en la infancia se manifiestan como descubrimientos. Ambas son la constatación de que la vida no es más que un momento -como el cine-. El cine al igual que la muerte nos hacen conscientes de la duración y sus límites.

La metamorfosis también transforma a la película misma y su propia forma. Lo que al comienzo se presentaba como una ficción, va dejando entrever las costuras de un gesto documental. Las fronteras se desdibujan, la historia familiar se ficcionaliza, la realidad se transforma, se vuelve trampolín para la invención. En varias oportunidades se repiten estas palabras: “Cuando no puedas recordar o explicar, inventa”. Todavía es mucho lo que desconocemos y tememos, somos una parte pequeña en un vasto mundo. Todavía somos una fragilidad e inventamos historias para hacer aprehensible aquello que parece no tener explicación. Esta capacidad de invención y fabulación que parece casi perdida en la contemporaneidad, relegada a un segundo plano por improductiva, es recuperada y valorada como una forma posible de habitar el mundo y aún más como una forma de pensar otros mundos posibles. La duda y la pregunta generan movimiento. La directora pone el acento en un mundo falto de certezas, en el misterio, en todo aquello que ocurre en silencio. Ilumina las historias que narran las abuelas, las caricias de las madres como trasfondo de la vida en dictadura, las detenciones y el colonialismo. Estos gestos se vuelven reverso de la violencia y del crimen perpetrado por el Estado.

Las imágenes de Vasconcelos ocultan más de lo que revelan. La imagen se vuelve secreto, figura ambigua y misteriosa. Una imagen no equivale a una certeza, hasta podemos dudar que haya estado delante de nuestros ojos. Estamos habituados a las categorías, nos ayudan a conocer el mundo, pero no son suficientes para habitar un mundo. La imagen entonces no puede ser catalogada con facilidad, es algo demasiado efímero, demasiado fugaz, demasiado inestable. Está más tiempo en nuestra retina que en una pantalla. 

La metamorfosis de los pájaros propone una bifurcación, si el mundo que conocemos se presenta como el único posible, a pesar de sus profundas injusticias y desigualdades, es momento de diseñar otros mundos posibles. Aquellos mundos para su directora Catarina Vasconcelos parecen nacer en la intimidad familiar, el desafío será lograr que se vuelvan más amplios y que se expandan más allá de lo íntimo. El cine, puede colaborar en la exploración de otros mundos posibles, indagar en nuevas formas de convivir con seres y objetos para recuperar la idea de comunidad. Necesitamos más poesía para crear imágenes nuevas que nos ayuden a habitar y construir otros mundos posibles. 

Belu: 

Esta nueva y retrasada carta nos encuentra con un cambio de título para la sección que tiene que ver, también, con las formas de habitar. Suprimimos dos barrios y ahora estamos a uno de distancia. Ya sabemos qué cafés tenemos a mitad de camino y cuáles se convertirán en nuestras mesas de trabajo y encuentros. Desde que nos pusimos a pensar sobre el tema del segundo número, Chantal Akerman fue mencionada en varias charlas, como si no se pudiera hablar del habitar en cine sin referirnos a ella. Nombramos varios de sus trabajos y en todos ese significante se completa de un modo distinto, pero mantiene cierta potencia de lo urgente, lo que ella siempre necesitó hablar a través de su obra.

Pensando en tomar alguna de sus películas, Là-bas volvió de manera frecuente a mí. El modo en que la directora filma en soledad un retrato familiar, dentro de un ambiente, y donde el habitar incluye, asimismo, pensar en la dificultad de hacerlo. Como una incertidumbre en donde la directora juega de local y visitante en un departamento ajeno, en Tel Aviv. El estar dentro y fuera se confirma en la posición de cámara que refuerza la ambigüedad, pero también en las confesiones de Akerman. Ella observa lo que pasa a través de la cortina. La luz está fuera, no de su lado, pero puede captarla. La intimidad de sus vecinxs en terrazas y balcones se distancia de sus días.

Chantal recibe llamadas de sus seres queridos. Le preguntan si come, si sale. Ella se excusa diciendo que debe trabajar. Quizá la semana que viene, contesta, postergando algún (im)posible encuentro. Piensa el acto creativo a partir de lo que ocurre a su alrededor, pero no se obsesiona por hallarlo, sino que está atenta hasta que ocurra lo inesperado. Se la escucha teclear, mover papeles, manifiesta un modo de estar como si fuera un retrato más de esa perezosa de 1986, actualizado 20 años después, en una pereza al borde de la depresión y dejadez, donde los actos básicos para sobrevivir son, por momentos, un logro.

En la cuarentena Là-bas volvió a mí en varias escenas de la vida cotidiana. Lo que podíamos ver del mundo exterior estaba acotado mayormente a los rectángulos de las ventanas. Siento que hablamos poco de esa época, mucho menos escribimos ―siempre hay algo más urgente, siempre lo otro ya pasó―. Yo no creo haberlo hecho, el encierro fue también parte de un acto creativo personal, de cerrar un proyecto y comenzar La tierra quema, pero nunca hablé en algún texto de ese encierro que llevó a convertir la incertidumbre, la soledad, en otra cosa. 

Volviendo a lo que ahora nos compete, pienso que nadie como Chantal se aferró tanto a la idea de un hogar, aunque ese hogar se complete de diferentes formas. No quiero ahondar en su filmografía, porque es una de esas directoras que admiramos, nombramos con frecuencia y que probablemente sea tema para alguno de los próximos newsletter, pero sí dejar unas palabras que escribe Daney y me llegan de manera que me urge compartirlas:

“Chantal Akerman nos escribía regularmente. Ponía su dirección en el sobre (Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles-1975), firmaba (Je, tu, il, elle-1974), comunicaba sus noticias en inglés (News From Home-1976), concertaba incluso citas (Les Rendez-vous d’Anna-1978). Las cartas llegaban, eran arrojadas al tacho de basura por algunos, leídas con pasión por otros. Yo más bien formaba parte de los ‘otros’”. 

Daney habla de la filmografía de Akerman como un trabajo epistolar y quizá haya en ello una inspiración inconsciente para este intercambio entre ambas. O quizás esté forzando una interpretación, pero me gusta creer que es así.

Te dejo un abrazo y nos veremos por algún café a mitad de camino en estos días.

M.

Mechi,

El tiempo pasa rápido y hasta hubo un cambio de ubicación geográfica, un acercamiento que sin dudas posibilitará más cafés y otros desvíos- viveros-.  

Descubro que siento vértigo al hablar de Chantal luego de volver a ver News from home, luego de estar frente a ese plano final de 10 minutos de duración donde la cámara/Chantal se alejan de la ciudad. Los edificios se van desdibujando tras la bruma ¿finalmente la hija vuelve a casa; a la tierra natal en busca de su madre?

Pienso más bien que esa distancia que se interpone entre ella y la ciudad, no es un acercamiento hacía lo que dejó en Bruselas, sino más bien una forma de indicar una separación con lxs otrxs, una manera de quedar frente a frente consigo misma. Pensé en Alejandra Pizarnik. Por primera vez siento algo familiar entre ambas, algo que las une: el gesto de despojarse de todo, de dejarse ir, de perderse en la imagen o en la palabra. Buscando en los diarios de Alejandra- creo que es el libro que más subrayé, y hace casi 10 años que lo releo y hago nuevas marcas- una cita que recuerdo pero no pude encontrar, descubrí otra marcada con una banderita azul que quizá resulte más apropiada que la perdida: “Sin saber cómo ni cuando, he aquí que me analizo. Esa necesidad de abrirse y ver. Presentar con palabras. Las palabras como conductoras, como bisturíes. Tan sólo las palabras. ¿Es esto imposible? Usar el lenguaje para que diga lo que impide vivir.”

Veo reflejada a Chantal y sus imágenes en las palabras de Alejandra. Toda su obra parece una despedida, distintas formas de decir adiós. Me despido pero estuve aquí alguna vez…

En lugar de sumar capas y más capas, Chantal parece hacer el gesto inverso: abrirse, desnudarse, despojarse de todo. El cine como una forma de dejarse ir. La imagen aparece como algo muy frágil, una capa muy delgada que la mantiene aferrada a la vida. A lo mejor, la imagen sea eso simplemente, una forma de aferrarse al mundo, un espejismo, una salvación en medio de la soledad y la oscuridad.

Quizá por esa razón su cine sea tan sobrio, tan sintético y genuino. Su cine es solo tiempo que pasa, ¿En definitiva no es eso el cine?. Algo así también ocurre con Pizarnik, la tarea de la poesía es descubrir la palabra justa, desnudarla, descubrir su corazón. 

Luego de volver a ver News from home y de ver por primera vez Là-bas siento una suerte de revelación- los delirios místicos me fascinan-, quiero decir: se abre un camino, otro camino posible. Un cine del despojo, que si a veces resulta difícil de ver es porque nos pone frente a nosotrxs mismxs y nuestra soledad. Siento que su cine trastoca algo en mí, porque no me reconforta, porque me deja expuesta con el corazón en la mano pero aún así- y justamente por eso- siento que habla de mí, de lo profundo que habita en cada unx de nosotrxs.

Recuerdo que camino a un festival de Mar del Plata comencé a leer Mi madre ríe, vos ya lo habías leído y me lo habías recomendado. Durante las 5 horas que duró el viaje, sentí una urgencia, una necesidad de escapar, pero ¿a dónde?. Algo de vida o muerte atraviesa sus imágenes y sus escritos. Una sensación muy similar sentí cuando murió mi abuela, una necesidad de correr ¿pero a dónde? una sensación contradictoria en la que el tiempo apremia aunque la muerte sea la suspensión del tiempo. Qué desamparo más profundo el de Chantal, aunque allí cerca esté su mamá. Es que hay cosas que se hacen irremediablemente sola: nacer y morir.

¿Y cómo habitar una casa después de todo esto? No podría decirlo. Por suerte, a veces- del mismo modo en que nació la Tierra Quema- en la soledad nacen palabras e imágenes para habitar esos espacios. Tal vez, esa sea la forma más hermosa de habitar una casa, solo hay que estar atenta a los destellos. 

Me despido con una frase de Chantal: “Pero de todas formas pasa algo, pequeñas nadas” Por esas pequeñas nadas, que en definitiva son todo.

Te abrazo.
Belu


El otro día (Ignacio Agüero, 2012). La empatía que caracteriza a la obra de Agüero se vuelve gesto en esta película donde pensar el habitar es un gesto de pensar con unx otrx. El punto de partida es una fotografía, la imagen familiar. Lo que ocurre en la cotidianidad de su casa y su historia se ve interrumpido por quienes llegan hasta allí, con diferentes motivos. Entonces, el interior que se filma observa también a quienes tocan la puerta y lxs escucha. Del mismo modo en que ellxs llegan hasta él, el director quiere conocer cómo viven, de dónde provienen esas personas. El habitar se confirma aquí de manera plural en un vivir-con-otrxs que resulta mayor y más urgente que los muros de una casa, creando mapas y recorridos que llevan a una manera más amplia de pensar la acción.

Visita ou Memórias e Confissões (Manoel de Oliveira, 1982). En este documental de 1982, estrenado luego del fallecimiento de De Oliveira, el camino es contrario: la pregunta no es cómo se habita, sino la acción de des-habitar. La casa ubicada en Oporto, donde el director vivió más de cuarenta años, el punto de origen de varias generaciones, escucha los ecos de las anécdotas familiares, mientras se desarma a la espera de volver a llenarse de otro modo por sus futuros dueños. Manoel de Oliveira interroga los objetos que acompañaron a sus habitantes, se toma el trabajo de guardar en su justo lugar cada recuerdo y compartir las vivencias en un documental-homenaje al hogar y crear a través del documental una resistencia al olvido vuelta obra para que las memorias familiares no mueran con la pérdida del espacio físico. 

O movimento das coisas (Manuela Serra, 1985) Primera y única película de Manuela Serra como directora narra las tareas cotidianas en un pequeño pueblo rural del norte de Portugal. La cámara silenciosa acompaña las labores casi invisibles que realizan las mujeres imitando gestos de antaño. La plaza del pueblo, el campo, la feria y la misa del domingo son registradas con sutileza para dar cuenta de las tradiciones que parecen desplegarse en un eterno presente.

*Cualquiera de las películas de la sección de Recomendaciones nos la pueden pedir a revistalatierraquema@gmail.com y les enviamos el link de descarga.

¡Hasta la próxima, amigxs! Prometemos que será pronto.

Podés escribirnos a: revistalatierraquema@gmail.com

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