por Mercedes Orden
“Elevar el propio pensamiento hasta el nivel del enojo (el enojo provocado por toda la violencia que hay en el mundo, esa violencia a la que nos negamos a estar condenados). Elevar el propio enojo hasta el nivel de una tarea (la tarea de denunciar esa violencia con toda la calma y la inteligencia que sean posibles)».
Didi-Hubermann, G. «Cómo abrir los ojos» en Harun Farocki. Desconfiar de las imágenes.
«Pero nosotros no podemos rendirnos en una narrativa de fin de mundo que nos aterra y ensombrece, porque esa narrativa solo sirve para hacernos desistir de nuestros sueños, y dentro de nuestros sueños están la memoria de la tierra y de nuestros ancestros».
Krenak, A. en Futuro ancestral.
I
Un hombre inicia el canto. Se extiende a otras voces, especies, rostros que lo reciben y se unen hasta definirse como un ritual colectivo donde nada queda por fuera. La tribu Krahô es presentada con la noche de fondo y el fuego en el centro. Es el tiempo de todos los tiempos y seres donde una pluralidad de acontecimientos ocurren mientras una mujer tiene contracciones y un grupo de niñxs queda inmovilizado ante la presencia de un buey. «Disparale una flecha. Está invadiendo nuestra tierra», se oye decir.
En Crowrã- La flor del Burití (2023) no es el buey el único que invade, sino que esta acción emerge como una constante en la historia de la comunidad que va de lo micro a lo macro, del corrimiento de límites territoriales, el robo de sus guacamayos y las matanzas por parte de los cûpe -los hombres blancos-, hasta las políticas gubernamentales cuya intencionalidad fue hacer desaparecer los pueblos indígenas para beneficiar los agronegocios -durante el gobierno del ex presidente Jair Bolsonaro se promulgó por ley el Marco Temporal para limitar el reclamo sobre los derechos de las tierras ancestrales ocupadas hasta la creación de la Constitución de 1988. Actualmente el tema continúa en agenda ya que los senadores vinculados con el sector rural tienen la intención de revertir el veto que se había aplicado durante el gobierno de Lula da Silva para proteger estas tierras-.
Frente al atropello de sus derechos, la solución de estos pueblos ha sido y sigue siendo la organización y defensa colectiva. Una organización que, como se observa en Crowrã, acompaña los acontecimientos cotidianos: la preparación de una celebración en la aldea, las dificultades de la pequeña Jotàt a la hora de dormir -junto a la preocupación ante la posibilidad de que su espíritu haya abandonado su cuerpo-, la guardia encabezada por Hyjnõ para evitar las invasiones y la discusión acerca de un viaje a Brasilia para participar de un encuentro indígena en contra del Marco Temporal.
En su segundo largometraje en conjunto, Renée Nader Messora y João Salaviza (Chuva é cantoria na aldeia dos mortos, 2018) construyen la narración como un canto de resistencia, una alternativa que acerca otras formas de pensar un presente donde las luces se apagan. Pero como ocurre en el momento del canto sobre la flor roja del Burití, cuando la noche llega, aún queda el fuego, las estrellas, la unión y lo que está por nacer para que la lucha perdure.
II.
«Todo lo que pensamos que alguna vez existió está sucediendo ahora, si las personas pudieran acceder a esto, podrían sentir que este mundo que nosotros, desde diferentes perspectivas, creemos que existe, sigue en transformación»
Ailton Krenak en La vida no es útil.
Imágenes, voces y relatos llevan a cabo una pregunta contemplativa acerca del acto de habitar donde el pasado y el presente dialogan en tanto fragmentos inherentes al futuro. La selva, los mitos, los ancestros y un archivo encontrado emprenden una serie de recorridos que convergen en una experiencia cinematográfica registrada en 16mm acerca de un pueblo que persiste en su constante transformación.
El río es el territorio de encuentro donde siempre se vuelve. El aseo personal, el lavado de la ropa y las conversaciones cotidianas ocurren allí. Asimismo es testigo privilegiado de los grandes acontecimientos que marcan la historia del pueblo, como la despedida de los hombres tras ser convocados para integrar la Guardia Rural Indígena -milicia creada durante la dictadura militar donde los indígenas aprendieron métodos de tortura, como el pau de arara, para reprimir a lxs habitantes de sus propias aldeas- mientras las mujeres lloran al creer que no volverán a verlos, les imploran que no vayan, les aseguran que los están engañando. En paralelo, una joven lee un documento de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) cuyo papel ambiguo ha prometido políticas en defensa de lxs indígenas a la vez que colaboró en sus intentos de exterminio.
El río es territorio de encuentro y en el encuentro emerge lo posible. Emergen los imaginarios y recuerdos de tiempos que conviven. En Futuro ancestral, Ailton Krenak, filósofo perteneciente a la tribu Krenak, retoma el concepto de confluencia propuesto por Nêgo Bispo y afirma: «Al contrario de lo que hoy se está haciendo, confluencias evoca un contexto de mundos diversos que pueden afectarse». De esta afectación de mundos se nutre Crowrã proponiendo alternativas a un discurso que ostenta su apariencia de clausura. Dice Ailton: “Tenemos que sublevarnos, y las confluencias pueden ayudarnos a hacerlo. Si el colonialismo nos causó un daño irreparable, fue al afirmar que todos somos iguales. Ahora tenemos que desmentir eso y evocar los mundos de las cartografías afectivas, en las que el río pueda escapar al daño y la vida a la bala perdida, y la libertad no sea solo una condición de aceptación del sujeto sino una experiencia tan radical que nos haga trascender la idea de finitud”.

III.
La memoria es otro territorio de encuentro. Los relatos de lxs habitantes krahô son recuperados en la oralidad transmitiendo los saberes, sentimientos y recuerdos. Los cantos, las reuniones, la exposición de sueños y proyectos son puestos en diálogo para confirmar lo compartido. El ejercicio de rememoración se plantea no solo en el intento de recuperar la historia de la comunidad, sino que refuerza esa confluencia de mundos.
Los actos rituales, transmitidos de generación en generación, afianzan lo propio. La preparación de una festividad –ketuwaje– es retratada en tanto un modo de celebrar la vigencia e identidad de este grupo, a la vez que recuerda el momento de la masacre sufrida en 1940, donde mientras esta festividad ocurría, los cûpe invadieron sus tierras, incendiaron sus casas y asesinaron a 26 miembrxs de la comunidad. La memoria ubicada en el centro es un acto de interpelación, un gesto político donde las imágenes poéticas y espectrales traen consigo la resistencia ante una pérdida que se niega a ser, que rechaza el olvido, la desaparición y pone en escena el recuerdo de quienes escaparon a la masacre.
La unión de las mujeres es otra modalidad de la resistencia, una manera en que se crea una nueva memoria a partir del afecto y el encuentro. Ellas están juntas en los momentos íntimos: al exponer sus temores y deseos; durante el trabajo de parto; en los sueños que las aquejan. Dialogan y se acompañan, construyen una camaradería donde se promueven lazos de confianza y ayuda mutua.
La memoria es del fuego, de la tierra, del cuerpo, el agua y lo que ocurre alrededor. El canto, la contracción, las asambleas, los sonidos de la naturaleza y los gritos de viejas matanzas vuelven porque en verdad nunca se fueron, habitan un somos que emerge en tanto concepto mayor, una memoria que se convence de la necesidad de que lleguen nuevos seres que transmitan la historia de esta tribu para que la lucha no sea en vano.
IV.
En El hombre unidimensional Herbert Marcuse señalaba el peligro que conlleva el cierre del universo del discurso que deja por fuera toda oposición y desvanece la capacidad crítica. Afirma:
Los laboratorios de defensa y las oficinas ejecutivas, los gobiernos y las máquinas, los jefes, los expertos en eficacia y los salones de belleza para políticos (que conciben el maquillaje adecuado para los líderes), hablan un idioma diferente y, por el momento, parecen tener la última palabra. Ésta es la palabra que ordena y organiza, que induce a la gente a actuar, comprar y aceptar. Se transmite mediante un estilo que es una verdadera creación lingüística; con una sintaxis en la que la estructura de la frase es comprimida y condensada de tal modo que no se deja ninguna tensión, ningún «espacio» entre sus distintas partes. Esta forma lingüística impide todo desarrollo de sentido (p. 116, 1993).
En un presente donde los nuevos fascismos ostentan sus clausuras fomentando una mirada antihistórica y acrítica, Crowrã emprende el camino contrario al interrogar distintas capas de relatos y conflictos que integran una misma historia. Lxs directores confían en la potencia creativa en medio de un clima de época hostil donde la política no pretende quedar fuera sino que atraviesa la narración. Es la opción por el diálogo, la capacidad de crear sin acotar, de promover que las imágenes crezcan, que los significados se expandan, que los mundos confluyan y las matanzas de ayer puedan ser reinterpretadas desde el presente.
Frente a una ideología de apariencia única que, apoyada en los lazos rotos, piensa en términos mercantiles y aplica la crueldad como una forma de relacionarse con lxs otrxs, el film de João Salaviza y Renée Nader Messora se interesa por el encuentro, la multiplicidad que habita en la confluencia y la representación colectiva acercando una interpelación acerca de qué mundo queremos, qué ideas defendemos, qué demandas militamos -la foto de Marielle Franco en una de las paredes no es un detalle, sino una deuda de la democracia que el film recupera-. Crowrã- La flor del Burití se hace cargo de lo político sin olvidarse de la belleza y encuentra su luz al confirmar que defender lo sensible puede ser también un acto de denuncia.