NEWSLETTER: SOÑAR SOÑAR. CARTAS DE CINE #3 MUJERES QUE TRABAJAN

20–30 minutos

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Amigxs, les damos la bienvenida al tercer envío de Soñar soñar. Cartas de cine escrito a cuatro manos, entre Belén Paladino y Mercedes Orden. El tema que nos propusimos recorrer en esta entrega es Mujeres que trabajan, tomando como inspiración para el título la película de Manuel Romero (1938). El eje surge de las charlas de café y el modo en que los temas cotidianos pueden ser pensados desde el cine. Por eso decidimos llevar a cabo una serie de envíos que profundicen en torno al trabajo desde diferentes aristas.
Alexander Kluge, Joana Pimenta, Adirley Queirós, Federico Fellini y Pier Paolo Pasolini  serán lxs directores que nos acompañen a lo largo de la edición, junto con otrxs que formarán parte de las recomendaciones: Claire Simon, Martin Scorsese, Collectif de femmes MLAC, Yann Le Masson y Martín Solá.
La película de Romero observa mujeres provenientes de dos clases sociales -las que trabajan/las que se acuestan a la hora que las otras se despiertan para ir a trabajar- y muestran cómo un cambio radical en la vida de su protagonista la empuja de un día para el otro al descenso social. El film de Romero nos habla de camaradería, de amistad, de las redes de solidaridad y empatía que se tejen cuando llega una nueva compañera a la pensión, al grupo y el modo en que se ayudan para lograr sacarla de las malas. Conceptos cuya importancia resulta imprescindible en estos tiempos del sálvese quien pueda. 

por Mercedes Orden

I.
Roswitha Bronski es presentada por el narrador mientras sus ojos quedan fijados en la cámara: Roswitha siente una enorme fuerza dentro de sí. Viendo películas ha aprendido que esa fuerza realmente existe. La protagonista de Trabajo ocasional de una esclava (Alexander Kluge, 1973) trabaja, materna, quiere leer, pero no tiene tiempo. Algo surge dentro de ella, un germen de lo que podría llegar a ser si tuviera ese tiempo disponible, si no fuera oprimida dentro y fuera de su hogar. Encerrado entre libros en su casa, Franz, su esposo, prepara una especialización mientras critica el modo en que Roswitha se gana la vida y la de su familia practicando abortos clandestinos, quejándose porque ella pasa el tiempo con su amiga Sylvia, quien colabora en la crianza de sus hijxs. Ambas comparten el momento de maternar, están para la otra, incluso cuando llega el momento para la formación teórica a la cual se adentran memorizando la poesía de Bertolt Brecht.
Luego que la policía irrumpa en su domicilio, la protagonista se ve obligada a abandonar su profesión y llevar a cabo otra vida donde Franz y ella revierten sus roles. Ahora será él quien lleve el pan al hogar y ella se adentre en la aventura de leer todo lo pendiente, se involucre en causas sociales y políticas e incluso intente ayudarlo a salvar su puesto de trabajo, tarea que no le será reconocida.
A partir de sus experiencias, Roswitha logra una toma de conciencia de su situación y de las múltiples formas de opresión que la atraviesan. Esa fuerza que realmente existe se confirma en el deseo de cambiar su situación y la de lxs demás. Es la que le otorga cierta autonomía y la empuja a seguir buscando alternativas, aunque sea de manera silenciosa: vendiendo salchichas envueltas en panfletos políticos cerca de una fábrica.

II.
Un intertítulo inicia Los artistas bajo la carpa del circo: perplejos (Kluge, 1968): Han llegado hasta la cumbre. Pero no saben qué vendrá. No basta con sólo esforzarse. Luego el archivo documental presenta un desfile nazi de 1939 en razón del día del arte alemán, seguido por la historia de Leni Peickert quien hereda el lugar de su padre en el circo. También ella mira a cámara cuando es presentada en primer plano. Con la misma soledad que cambia la rueda de su vehículo -mientras un grupo de peatones se detienen a mirarla sin participar, como si fuera un espectáculo tradicional- quiere cambiar el destino del circo.
Leni emprende una serie de recorridos y encuentros mientras busca apoyo y piensa el modo de financiar su proyecto: desde la mujer del Ministerio Soviético de la cultura que le aconseja: Hay que elevarse hasta el nivel de las grandes ideas, no conformarse con lo que pide el mercado, no ceder, hasta su amigo, el Dr Busch, quien abusó de ella cuando tenía 14 años; desde el hombre que la encuentra aburrida para su espectáculo si no abre su camisa para los soldados, hasta el domador de leones que no cree posible su idea de circo. También intentará incursionar en la televisión, pero pronto comprenderá que no es su espacio de pertenencia. Cuando su deseo se frustra, Leni busca en las películas lo que no encuentra afuera: en el Maxim’s ve Octubre de Eisenstein. Como ocurre con Roswitha, el cine coopera en su entendimiento de lo real.
Pese al desaliento que le devuelve el exterior, la protagonista no abandona el deseo de llevar su utopía a la práctica para lograr una verdadera transformación del circo, donde lxs espectadores se involucren de forma activa con la función. En “La paz del circo” dice Walter Benjamin: “El circo es tal vez un parque nacional sociológico en el que aún actúan sin disonancias ni retumbes revolucionarios una casta señorial de domadores y criadores de caballos con un proletariado sumiso y la plebe de los payasos y los mozos de cuadra. Es un sitio (algo inquietante) de la paz de clases” (1). Es contra esa paz que atenta Leni, poniendo en juego el deseo de correr riesgos. Cuando una solvencia económica momentánea aparece, se enfrenta a un nuevo conflicto: descubrir si lxs espectadores desean formar parte activa del cambio que ella les propone.


 

III.
A lo largo de pasajes documentales las historias de dos mujeres se escabullen: Rita Müller-Eisert es una espía del bloque del Este en medio de una misión secreta e Inge Maier una mujer que utiliza el sexo para robarle a los hombres. La ciudad de Frankfurt es observada a través de una convivencia de imágenes de edificios que se demuelen, una orquesta de la policía, las luces del tráfico nocturno,  una casa okupa, huelgas y represiones, una reunión de jóvenes empresarios, un encuentro socialista y ventanas que miran esta ciudad que ahora es vista por una cámara paseante.
En peligro y extrema angustia, el camino del medio lleva a la muerte (Alexander Kluge, Edgar Reitz, 1974) la ficción irrumpe a través de esos pasajes. Mientras su compañero lee a Marx en voz alta, Rita mira a cámara como si confirmara que en esas afirmaciones oídas ella tomara conciencia de su realidad. Nos limitaremos a mostrarle por qué lucha en realidad, y la conciencia es algo que tendrá que adquirir, aunque no quiera, oye leer a ese compañero que pronto desaparecerá, no sin antes dejar en ella una huella, una incomodidad, un deseo de actuar de otro modo. Tales lecturas la llevan a desplazar el rumbo de su trabajo, desde el espionaje de Estado hasta la exploración de la realidad concreta de la República Federal Alemana. Allí la mujer encuentra su motivo: un espionaje al servicio del pueblo.
Los recorridos de Rita avanzan en un sentido contrario a los de Inge. Si bien ambas se mantienen en un constante tránsito, la primera esboza un trayecto hacia lo colectivo, mientras la segunda encuentra su motivación en lo individual. Inge se mantiene en un constante tránsito buscando víctimas a quienes quitarles sus billeteras y se justifica comprendiendo estos robos como una retribución que no obtiene de los hombres. La realidad la sorprende en la calle, mientras escapa en medio de revueltas. No parece interesada en lo que observa, sino que es testigo inevitable, mientras Rita decide estar ahí, ver lo que ocurre, convertirse en una testigo consciente. 

IV.
La puesta en movimiento que desarrollan las protagonistas de las películas mencionadas favorece al modo en que ellas configuran sus experiencias en una toma de conciencia. A partir de una serie de actos como la realización de panfletos, el espionaje al servicio del pueblo y la creación de un circo del futuro, Roswitha, Leni y Rita encuentran su forma de intercambio con lxs otrxs. Se convierten así en trabajadoras de la construcción de una esfera pública independiente, comprendida por Kluge como el lugar  “donde llevar a cabo el diálogo que permita la construcción paulatina de una conciencia independiente”(2). 
En un discurso pronunciado en 1990 tras recibir el premio Lessing a la crítica, el director-escritor vuelve a Kant: “En ¿Cómo orientarse en el pensamiento? Immanuel Kant lo formula de la siguiente manera: ‘¿Pensamos mucho, y pensaríamos bien, si no pensáramos en comunidad, con otros a los que comunicar nuestros pensamientos y ellos, a nosotros, los suyos?’”(3). Es la necesidad de pensar con otrxs lo que justifica las acciones de las protagonistas. En medio de presentes rotos, comprenden que lo único por hacer es construir. No hay tiempo de parálisis ni pensar en soledad. Sus rostros recortados en primeros planos y su vista clavada en nuestros ojos confirman, interpelan, buscan una complicidad. Algo vienen a decirnos, algo esperan de nuestro lado.

  (1) Benjamin, W. “La paz del circo”, en La tarea del crítico (p.97). Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Eterna Cadencia Editora, 2017.
(2) Kluge, A. “El autor como domador o como jardinero” en El contexto de un jardín (p.53). Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Caja negra, 2014.
(3) Kluge, A. “Instante de reconocimiento trágico-feliz” en El contexto de un jardín (p.68). Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Caja negra, 2014.


por Belén Paladino

Mujeres que caminan por la ciudad cuando las luces de los negocios se apagan y los faroles de la calle se encienden. Mujeres que fuman mientras esperan, que pasan frío en las esquinas y entran a un bar a tomar una taza de café con las pocas monedas que llevan en los bolsillos. Mujeres perseguidas por hombres que algunas veces son clientes, otras policías o proxenetas. Todas tienen un oficio común pero también singularidades, cada una de ellas tendrá sus propios sueños (aunque todas sueñen con un futuro mejor), su modo de comprender la vida, el trabajo y el amor.
En el cine siempre ha habido lugar para el retrato de la trabajadora sexual, pero en su mayoría se ha estigmatizado la actividad y a quienes la ejercen. En el cine las mujeres suelen ser castigadas por sus transgresiones, se ha sabido castigar en pantalla lo que se condenaba en la vida. En estas pequeñas notas me concentraré en dos películas realizadas entre finales de los años 50 y comienzos de la década del 60 que llevan la firma de dos grandes figuras del cine italiano: Federico Fellini y Pier Paolo Pasolini. Películas diversas en donde las trabajadoras sexuales realizan pequeños gestos de resistencia y rebeldía ante aquello que las oprime. Se trata de mujeres que luchan por su autonomía e incluso de modo muy incipiente comienzan a tender redes junto a otras mujeres. Si habitualmente el destino trágico lleva a la trabajadora sexual a la muerte como único destino posible, Fellini y Pasolini imaginan para ellas un futuro -que no será fácil- pero del lado de la vida. 

I.Notas sobre Las noches de Cabiria (1957) de Federico Fellini

Cabiria se enamora, pero el amor resulta peligroso. Entregarse implica el riesgo de perderlo todo: los pocos ahorros, el hogar y hasta la propia vida. En el mundo de Cabiria los hombres sean clientes, policías, proxenetas o amantes viven de las mujeres. Al comienzo Cabiria es empujada al río por el hombre que ama y dice amarla, un grupo de niños la salva. Vuelve a casa empapada y sin un zapato, entra por la ventana porque ha perdido la llave. Su casa está en los márgenes de la ciudad -una Roma que no deja de crecer y expandirse, siempre en proceso de construcción- donde una tímida urbanización modesta convive con descampados. En todo caso, se vive lejos del trabajo porque los costos de la ciudad son elevados. La ciudad parece expulsar a todo aquel que habita los márgenes, el ingreso únicamente parece posible durante la noche.
Cabiria está inquieta, sin decirlo sabemos que se está preguntando si realmente ha sido un accidente o su amado ha querido asesinarla. Finalmente se anima a preguntar ¿Alguien te tiraría al río por 40.000 liras?, ¿Ahogarte por 40.000 liras? ¿Alguien que te quiere?. Su amiga Wanda le hace comprender que fue víctima de un engaño, que los hombres viven de la ilusión y del trabajo de las mujeres.
La historia se repite, Cabiria vuelve a enamorarse, pero es cautelosa. Desconfía de aquel hombre que ha conocido por azar y que le propone matrimonio. Pero el amor y el deseo de una vida tranquila puede más que la desconfianza. Además le ha pedido a la Virgen una nueva vida y el milagro parece haber ocurrido. Cabiria deja todo lo que ha construido, junto a Wanda preparan las valijas. Detrás queda el abriguito de piel que le recuerda las largas noches de trabajo. Cabiria busca un nuevo comienzo, fuera de Roma, con la ilusión del matrimonio y de un negocio.
La despedida de las dos amigas es dolorosa, las mujeres han compartido penas y alegrías, una vida dura que seguramente se ha vuelto más liviana a partir de la mutua compañía. Un proyecto futuro que imaginaron juntas como salida del trabajo sexual. Cabiria sube al colectivo que la conducirá a su nueva vida. Wanda y el pasado quedan detrás.
El engaño vuelve a repetirse, Cabiria lo descubre junto al lago, su rostro expresa la incredulidad y la toma de conciencia -sólo el rostro de Giulietta Masina parece capaz de volverse tan luminoso y tan oscuro-. Cabiria entrega la cartera junto a sus ilusiones al hombre que amó. La noche cae en el bosque…. En la carretera un grupo de jóvenes llevan sombreros de fiesta, cantan y bailan. En esa brevísima escena final, los chicos rodean a la mujer mientras tocan sus instrumentos y arrojan confeti. Cabiria avanza ensimismada, envuelta en sus pensamientos. Lentamente se recompone, las lágrimas se vuelven sonrisa, mientras los saltimbanquis se mueven alrededor. 
En un mundo atravesado por el cinismo, Cabiria no deja de creer en la ilusión -aún cuando se vuelva peligroso-. Incluso luego de la más profunda decepción parece no perder el lazo con el mundo, el compromiso con aquello que la rodea. Cabiria tal vez se reencuentre con su amiga, aquella que nunca la ha traicionado, para juntas salir adelante. 



II. Notas sobre Mamma Roma (1962) de Pier Paolo Pasolini

Mamma Roma así la llaman. Desde hace años recorre las calles, soñando con una nueva vida. Decide dejar la calle y volver a vivir con su hijo, recuperar algo de la vida que le ha arrebatado el hombre para el que trabajaba. Mamma Roma se despide de la noche en su última caminata por las calles de las afueras de Roma. Cuenta su historia para quien quiera oírla porque como dice llevo muchos años aquí y nunca nadie supo quién soy. Los interlocutores se van sucediendo pero ella continúa con sus pensamientos en una suerte de monólogo. Evoca su pasado, el matrimonio al que la obligó su madre cuando apenas tenía 14 años con un hombre mayor.
La ciudad solo se adivina entre tanta oscuridad, las luces redondas del camino iluminan a Mamma Roma que no deja de avanzar, de dejar atrás la calle que tanto tiempo fue su lugar de trabajo. En aquella despedida la oscuridad de la noche -que no deja ver qué hay más allá- hace las veces de un telón negro. Algo del pasado parece obturarse, a la calle no se volverá jamás, gané mi descanso sobre la tierra y en el cielo, me voy para siempre dice a los amigxs con los que ha compartido las noches.
La vida nunca resulta fácil para una mujer que debe asegurarse el sustento para ella y su hijo. Mamma Roma se vuelve comerciante en una feria, está orgullosa de su nueva vida. Pero el hombre que la ha explotado no tardará en regresar. Mamma Roma vuelve a las mismas calles que había logrado abandonar, la situación se repite- también la posición de cámara y el tratamiento de la imagen- pero el tono ha cambiado. Esta vez su monólogo se vuelve sombrío, mientras que la despedida estaba atravesada por la risa y la alegría. Mamma Roma dice a  uno de sus clientes que ha vuelto para hacer horas extras- por la mañana el mercado, por la noche la calle- ahora debe mantener a dos hombres- su hijo y su explotador- el trabajo no parece terminar jamás. Mamma Roma dice que se vayan al diablo los que nos tratan como putas reclamando el respeto que merecen las trabajadoras sexuales.
En esta oportunidad la oscuridad envuelve a Mamma Roma, parece no haber futuro posible fuera de la espesura de la noche. Reclama por su mala fortuna, se pregunta ¿quién es responsable? mirando al cielo y enfrenta a aquel Dios que parece haber olvidado a las mujeres ¿Por qué yo no soy nada y tu eres el rey de reyes?. En medio de la angustia Mamma Roma que al comienzo de la secuencia se señalaba como única responsable de su infortunio  de lo que uno es la culpa es solo suya ahora parece descubrir que nuestros actos están condicionados por voluntades ajenas, nuestro destino nos pertenece, pero está sujeto al destino del mundo, a sus injusticias y miserias. Su rebeldía aparece en la furia, en el profundo desamparo. La toma de conciencia ocurre de un momento a otro, como un chispazo en la oscuridad, en los márgenes de una gran ciudad.


 

                                                                                                                   Villa del Parque, 6 de agosto

Mechi,

Cada vez me asusta más la velocidad con la que pasa el tiempo. Hace mucho no nos escribimos, qué increíble -y terrible- que no haya un minuto de pausa para sentarse a escribirle a una amiga. Siento que el tiempo nos gana una y otra vez con sus exigencias, siempre se está por llegar tarde, siempre hay trabajo por hacer. Las obligaciones se acumulan y en los momentos de descanso pienso en todo lo que no hice y debería hacer. Todo es para ayer, a veces me río pensando que el problema es que nací tarde, si hubiera nacido unos minutos antes a lo mejor…

Lo que más me obsesiona es cómo la dinámica enloquecida en la que vivimos se apodera de los momentos de descanso. Incluso en los días libres pensamos cuando cae la tarde: hoy no hice nada productivo. ¿Es que todo tiene que responder a la lógica de la productividad? Creo que en un mundo cada vez más enloquecido -y oscuro- hay que luchar por habitar el presente, me refiero a disfrutar aquellos momentos libres, dedicar toda nuestra atención al libro que leemos por disfrute, estar presente en la charla con las amigas, percibir nuestro entorno. Alojarse en la pausa tal vez sea un pequeñísimo gesto de resistencia.

Qué lejanas parecen todas estas discusiones en el contexto actual. Pensar en el ocio y el disfrute cuando los trabajos se pierden a diario o cuando seguimos sumando trabajos para sobrevivir parece imposible, utópico. Hasta no hace mucho soñábamos con el salario universal o con la reducción de la jornada laboral y ahora estamos ante la puerta de entrada de una terrible reforma laboral. El disfrute parece algo prohibido o privilegio de clase. Me siento un poco culpable hasta de imaginar cómo sería una vida que no esté centrada únicamente en el trabajo. Pero sueño con el día que retomemos aquellas lejanas discusiones, que imaginemos otros modos de vida posibles, otras formas de estar en el mundo.

Mientras tanto vuelvo a la realidad y pienso en las luchas diarias por sobrevivir, me acuerdo de Mato seco em chamas de Adirley Queirós y Joana Pimenta. La vi porque me la recomendaste y como me suele pasar con el cine brasileño reciente me resulta estimulante para pensar, renueva mi fe en el cine y sus posibilidades. Le hablé a todo el que quiso escucharme de la película (algo parecido me pasó con la última película de Russo El gran movimiento aunque pertenece a otra geografía). Hay una potencia muy singular en el cine Brasil, no lo sabría definir con exactitud, pero sé que hay que estar atentas a lo que ocurre. Lo que más me sorprende es la forma en la que entrelazan la ficción con lo real, el desdibujamiento de las fronteras. Toda ficción parece atravesada por los sucesos recientes y todo documental coquetea con la ficción. Creo que hay una urgencia por pensar el presente que atraviesa lo cinematográfico, que establece o intenta refundar un lazo con el mundo. El cine es parte de la vida y no algo que ocurre fuera.

Tal vez lo que más me impresionó de la película es la forma en la que las chicas se organizan. Sin dudas una desconoce esas condiciones de vida, pero el gesto amistoso en todas sus formas siempre me interpela, la capacidad de organizarse, la inventiva por crear un futuro posible y no someterse a lo dado. Lo que más me impresiona es el deseo de Andreia, una de esas chicas, de participar en política, el modo en el que pone en palabras las demandas de un sector silenciado. Las chicas se hacen lugar por la fuerza -porque no queda otra opción- generan su propio trabajo, todo se vuelve gesto de resistencia. Todo roza los límites de lo legal, es que no parece posible otro lugar donde alojarse, en este mundo terrible no parece haber espacio para todes.

Quisiera demorarme más incluso en esta carta, corroborar que utilicé las palabras precisas, siempre siento que algo se me escapa, que hay algo que no dije. Tal vez, para empezar, sea una buena forma de habitar el presente, el demorarse en aquello que decimos, el buscar la palabra justa. Si el cine es el presente que pasa y el pasado que se conserva -así define Deleuze a la imagen cristal pero creo que de algún modo ocurre con toda imagen- tal vez pueda enseñarnos algo sobre cómo habitar el presente por fuera de las exigencias impuestas por un sistema devorador.

Te abraza,

Belu

Villa Pueyrredón, 6/08/2024

Belu:
 

Volvemos a las cartas de forma tardía. Quedaron un par sin ver la luz de la pantalla (Recordatorio: volver en algún momento sobre lxs cineastas malditxs). Esta vez vamos sobre las mujeres que trabajan quizá porque es el tópico que siempre conversamos: en los cafés, en las puertas de los recitales, las pizzerías, antes o después de alguna ida al cine y, como vos decís, el trabajo se queda con parte de nuestro presente, incluso quitándonos las posibilidades de enviarnos cartas más a menudo. 

Escribir es también el tiempo para la escritura, la atención/dispersión a la hora de sentarnos frente a una hoja o computadora -la vida híbrida-, las preocupaciones, todo a lo que nos aferramos, lo que reivindicamos, las zonas de luz que intentamos atrapar con una birome o teclas. Las cartas de cine las pensamos como un deseo de dejar por escrito las conversaciones que entablamos, ahora desde un lugar de intimidad y tiempo que exige la escritura.
Las películas que nombramos suelen ser las que se imponen, repiten y aferran al acordar las temáticas y, por diferentes motivos, Mato seco en chamas suele ser nombrada. Confieso que mientras volvía a verla pensaba cuántas otras hubiesen sido más fáciles, o quizá más concretas para abordar la temática que nos propusimos. Mato seco se abre a varios recorridos: el descubrimiento/invención de un negocio barrial llevado a cabo por un grupo de mujeres, la criminalidad, la experiencia en el ámbito político, la periferia, la reinserción en contextos de encierro, el presente del país -en un escenario bolsonarista- signado por el avance de la militarización. 

En épocas donde el emprendedurismo parece sostenerse en redes sociales en torno a la facilidad del triunfo y el éxito, la película piensa el negocio en un sentido distinto: barrial, clandestino, encontrando un hueco en el sistema, o haciendo ese hueco para que el petróleo sea una actividad arrebatada a los poderosos y puesta al servicio de quienes siempre pierden. Esta idea me llevó a una frase que me dijo Queirós en una pequeña entrevista para Caligari: “Ya perdimos en la realidad, podemos, por lo menos, ganar en la ficción”. Jugar a que pierdan otrxs, aunque al final se confirme lo contrario, es una invitación a poner en acto la imaginación, a pensar, como decís, otras maneras de “crear un futuro posible y no someterse a lo dado”. 

Retomo las ideas acerca de la construcción de redes de solidaridad y empatía que mencionamos en la introducción y destaco de estas protagonistas la idea de salvarse junto a otrxs y no en soledad, tanto en el negocio que llevan a cabo como en su intento de inserción política. Vuelvo ahora a la frase de una carta que Cortázar envía a los Jonquières: “Sí, tienes razón, me fui a tiempo. Pero si crees que eso es un consuelo, te equivocas. Estar fuera del incendio no es un consuelo, cuando los que se están quemando te son queridos”. Las protagonistas se quedan siendo parte del incendio y desde allí construyen. Cuando hicieron historia, cuando tuvieron a Sol Nascente en su bolsillo -como dice Léa- no abandonaron, sino que se quedaron en el barrio de pertenencia, aunque eso las lleve a la inevitable caída.

Creo que el cine de Brasil siempre tiene algo para decirnos, siempre nos ilumina en su forma de comprender la estética y poética del presente en clave de la crítica política. Es un cine que ayuda a pensar, a transitar, y el film de Pimenta y Queirós nos ayuda a volver al presente. Pienso esto con la bellísima expresión de Daney a cuestas: “las películas que miraron nuestra infancia” y la traigo a la actualidad para pensar las películas que nos miran hoy. Mato seco en chamas es sin dudas una de ellas.

Te dejo un abrazo y nos veremos por algún café desconocido.

M.

Regarde elle a les yeux grand ouverts (Collectif de femmes MLAC, Yann Le Masson, 1982). Un juez lee: Nicole, obrera especializada, inculpada del delito por tentativa de aborto y ejercicio ilegal de la medicina. En la escena siguiente, una mujer en pleno trabajo de parto es acompañada por un grupo de compañeras que la abrazan, contienen, sostienen sus piernas y respiran profundo junto a ella. Las reuniones del MLAC (Mouvement pour la Liberalisation de l’Avortement et la Contraception) capturan los deseos y conflictos de una época. Las charlas acerca de las formas de abortar o de traer un hijx al mundo y las decisiones sobre el propio cuerpo son interrumpidas por un juicio. Una película de lucha pensada en colectivo donde las mujeres trabajan, viven, protestan y se defienden en conjunto.

Alice Doesn’t Live Here Anymore (Martin Scorsese, 1974). Obra dramática centrada en una madre, ama de casa, casada con un hombre violento. Cuando éste muere, Alice toma la decisión de abandonar el espacio que compartían en Socorro, Nuevo México. La casa familiar se desarma, los objetos se destinan a una venta de garage, la mujer se despide de su vecina y amiga emprendiendo un viaje junto a su hijo para retomar la carrera de cantante interrumpida por su matrimonio. El destino es Monterrey, pero todo cambia varias veces su rumbo mientras descubre que quizá no sea posible volver a ser quien fue y que la necesidad de sobrevivir junto a su hijo es ahora la prioridad. Entre repeticiones, fracasos y trabajos no deseados, el camino le mostrará a Alice que el mundo es cruel dentro y fuera de su casa.

Les bureaux de Dieu (Claire Simon, 2008). Relatos oídos en varios centros de planificación familiar inspiran una historia basada en un grupo de cinco especialistas que trabajan en un espacio a donde acuden mujeres de todas las edades para evitar o interrumpir sus embarazos. Desde una mirada cercana se atiende a sus historias, mientras se oyen los consejos y preguntas que las especialistas realizan para acompañarlas, informarlas y contenerlas en sus decisiones. Los conflictos personales, mandatos y deseos personales surgen en cada charla.

Metok (Martín Sola, 2021). Última parte de una trilogía que comienza en Palestina, con Hamdan, pasa por Chechenia con La familia chechena y llega ahora a una monja estudiante de medicina y budismo que vive en India, pero quiere llegar a Tibet. Metok busca alguien que la ayude a cruzar la frontera para asistir un parto en un lugar donde nadie tiene los conocimientos suficientes como para llevar ese trabajo a cabo. Aunque implique riesgos, el deseo de viajar es también motorizado por la posibilidad de volver al lugar de pertenencia y encontrarse con su familia.

¡Hasta la próxima, amigxs! 

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