por Mercedes Orden
Compartir el miedo
el temor el pánico
une más que compartir la felicidad
la bienaventuranza.
Cristina Peri Rossi, “Estado de sitio”
Preguntas acerca del territorio, ideas de cambio social, discursos emancipadores, formas de enunciación colectiva emergen en estos tres cortos y mediometrajes dirigidos por mujeres. Son miradas de tres continentes, producciones ocurridas entre la censura y la clandestinidad de las décadas del sesenta y setenta, en un contexto de lucha contra los distintos tipos de opresión. Este texto propone una recuperación del pasado a través de los trabajos documentales de Nora de Izcué, Jocelyne Saab y Helena Lumbreras, como una invitación a preguntarnos qué podemos imaginar a partir de estas experiencias y de qué forma se construyen diferentes registros sobre la resistencia.
ESOS DEL IMPERIALISMO YANQUI, QUE SE VAYAN
El rostro de Saturnino Huillca Quispe, dirigente campesino, es presentado en primer plano para contar una historia de despojos y rebelión popular. En quechua cusqueño Saturnino expresa: “Yo campesino, me declaré enemigo de los propietarios. Hermanos todos, ahora recuperaremos nuestras tierras. Hermanos campesinos, dirigentes como yo, despertemos y terminemos de una vez con nuestra lucha”. Junto al hombre, la comunidad. La historia del dirigente campesino representa la de un colectivo signado por la pobreza económica al punto de ver fallecer a sus hijxs a causa de la miseria.
En Runan Caycu (1973), Nora de Izcué aborda la Reforma Agraria Peruana a partir de una observación atenta a la cotidianidad en el territorio. Tras el testimonio de Saturnino frente a cámara, aparece el encuentro con lxs otrxs: en el trabajo de la tierra, las comidas compartidas, las ceremonias religiosas y las asambleas, la comunidad confirma su unión tras un proceso de toma de conciencia de su situación y de la necesidad de un cambio radical en sus modos de vida.
El archivo periodístico atestigua las formas que ha cobrado la violencia institucional a lo largo del tiempo para reproducir el sistema de poder de los gamonales y el modo en que lxs campesinxs se organizaron para la recuperación de sus derechos tras la revelación de lo que les habían omitido hasta ese momento: la existencia de una ley que prohibía el trabajo gratuito en favor del propietario. Este fue apenas el comienzo de un período de lucha y rebelión rural donde el poder ejercido por los terratenientes, con el fin de reproducir la desigualdad, encontró su límite en la Reforma Agraria.
De forma clara Saturnino explica la doble opresión de la que fue víctima la comunidad campesina: la de los terratenientes locales y el capitalismo imperialista. Es a ellos que este hombre dirige su amenaza y un llamado a la acción: “Esos del imperialismo yanqui, que se vayan hermanos, porque no queremos verlos más. Botemos a nuestros enemigos, barrámoslos para siempre”.

LO ÚNICO QUE HABRÁ ES PALESTINA
El primer rostro es el del futuro. Una niña mira hacia abajo, junto a ella, sus compañerxs, los juegos y un grupo de mujeres presentadas en su lugar de trabajo, un jardín para niñxs refugiados. Una voz refiere: “Estas mujeres son militantes. Trabajan por la construcción de una nueva sociedad”. En la segunda escena, nuevamente las mujeres en acción: un grupo cuerpo a tierra se entrena como fedayines para defender el territorio empuñando sus armas frente a un enemigo que ataca por aire con cobardía, sin cara a cara, sin cercanía.
Los cuerpos son atravesados por conflictos políticos mientras se mueven, viajan, se ven obligados a abandonar el hogar, la familia, el futuro mientras cruzan el puente de Allenby. Sobrevivir es también dejar atrás, olvidar lo que pudo haber sido para pensar en un tiempo que es solo presente. Jocelyne Saab observa a las mujeres palestinas que protagonizan y dan título (Les femmes palestiniennes, 1974) a un cortometraje donde son ellas quienes narran una compleja red de opresiones. El documental las encuentra en esos espacios de tránsito reforzando el acto de estar/no estar, ellas se detienen frente a cámara para hablar de su compromiso, para pensar cuál es su rol en medio de la lucha Israel-Palestina.
Es el rostro de la resistencia -y en muchas ocasiones el cabello cubierto- lo que se ubica en primer plano y les confirma su protagonismo: el de las mujeres cuerpo a tierra, el de madres que huyen junto a sus hijxs, el de estudiantes obligadas a emigrar para ejercer su profesión por un salario inferior al de los hombres pero que, convencidas de la importancia de la educación, se esfuerzan en transmitir sus saberes a las generaciones futuras. En medio de esos lugares de tránsito, una de ellas aborda el conflicto con Israel, afirmando que no les temen a las acciones suicidas, porque hay algo -lo colectivo- que trasciende: «No habrá ninguna solución política. Lo único que habrá es Palestina. Mientras quede al menos un solo hijo nuestro vivo no habrá ninguna solución política».
Mujeres que son oprimidas en tres sentidos -por su condición nacional-territorial, de género y por su pobreza- dan batalla con sus armas y sus ideas para la construcción de una Palestina libre. Les femmes palestiniennes se vuelve actual, congelada en un tiempo que no finaliza.

UNIÓN DE LUCHAS
Imágenes de la Guerra Civil tomadas de The Spanish Earth (Joris Ivens, 1937) abren el documental. Disparos, resistencia, destrucción, un batallón marchando en fila con la bandera en alto son acompañados por una canción de protesta, “Los cuatro generales”. Luego un mapa nos ubica en la universidad de Madrid en un contexto de asambleas y protestas estudiantiles. Rodeadxs de carteles con la cara del Che Guevara y pancartas donde se lee: “Democracia popular”, “Obreros y estudiantes contra la oligarquía”, “Universidad para el pueblo”, “Los pueblos ibéricos por el socialismo”, centenares de jóvenes se reúnen para debatir y compartir un concierto de Raimon. De los cuerpos acalorados ocupando todos los espacios, se pasa a los cuerpos erguidos y distantes de un desfile militar; de una estación de tren donde las familias cargan en sus hombros las valijas pesadas, se pasa a los rostros de jóvenes soldados, para llegar luego a la clase trabajadora vista en la fábrica, en la calle, en el puerto.
En Spagna 68 El hoy es malo pero el mañana es mío, Helena Lumbreras hace uso del montaje dialéctico para llevar a cabo un mediometraje que expone el clima político y social durante la primavera de 1968 en las ciudades de Madrid y Barcelona.El movimiento obrero y el estudiantil aparecen aquí reunidos llevando a cabo una serie de revueltas en oposición al régimen franquista. Lumbreras, directora y fundadora del Colectivo Cine de Clase, acompaña las asambleas públicas, las protestas en las calles y las reuniones clandestinas -donde los rostros pierden su nitidez y quedan fuera de foco, perdidos en medios de la oscuridad- con el fin de registrar las demandas que los miembros de los diferentes sectores exigen y el modo en que estas son respondidas a través de la violencia.
Pero no todo termina en el asfalto. Lejos de los edificios universitarios, la directora llega hasta la periferia de Madrid, barrios con calles de tierra y casas de madera, donde los vagones abandonados se convierten en colegios y los niños juegan y posan frente a cámara -probablemente siendo las únicas sonrisas de este documental-. Hay en Spagna 68 un mundo posible que depende de la solidaridad, el compromiso y la interseccionalidad para llevar a cabo una lucha en común. Una confianza que recupera el documental a través de las palabras del poeta Antonio Machado en “Una España joven”: El hoy es malo pero el mañana es mío.