por Joy Cantieri
Los Años transcurre en dos años diferentes, en dos casas que son la misma, con las mismas personas. La escenografía es totalmente hipnótica, como dos casas de muñecas gigantes. La gente se sienta y no para de contemplarla y sacarle mil fotos. Una de las casas está situada en 2020, donde Manuel tiene 30 años. Su mujer está embarazada y se acaban de mudar al departamento de su padre, que acaba de fallecer. La otra casa está en 2050, donde Manuel tiene 60 años, tiene otra mujer y dialoga con su hija de 30.
La obra inicia con ella explicando que en la casa de 2020 va a interpretar a su mamá y que en la de 2050 (nuestro presente) va a hacer de ella misma, es decir de la hija de Manuel. Se pone en valor el concepto de años. Cuentan que antes de los egipcios no existía el concepto de año, no existía medir la edad ni el tiempo en años. Nos deja pensando la importancia de poder medir en años para organizar una civilización, se siente una especie de pánico, caos y anarquía cuando pensamos en otras realidades posibles.
Por momentos se enfatiza mucho en la pavada de la época de 2020: gente obsesionada con Instagram y Tiktok, contando likes para tomar decisiones importantes. En 2020 Manuel es arquitecto y participa en un proyecto con dos amigos para hacer un documental sobre edificios de Buenos Aires que son réplicas de construcciones de Europa. En 2050 vemos que se dedicó a la cinematografía, aunque nos muestran un futuro bastante apocalíptico para el cine. Nos dan a entender que los cines se extinguieron hace años, que lo que resiste es el teatro porque “no se entiende por qué mirarías algo que no sea en vivo”. Tampoco hay celulares ni pendrives, se mencionan como antigüedades obsoletas.

La mirada apocalíptica se extiende al panorama político. En 2020 empieza a surgir un partido que busca que Argentina sea colonia de España y se ve como algo grotesco, tan absurdo que es inofensivo. En 2050 este es el partido que encabeza las encuestas, habiendo convencido incluso a les protagonistas que se horrorizaban con sus propuestas 30 años atrás. En todos los años sigue habiendo repercusiones de la dictadura, que se sigue mencionando y no se olvida. Los diálogos nos confirman un destino que nos aterra: las consecuencias de las pandemias hicieron que haya una sobrepoblación descontrolada de animales y de vegetación, al punto que se volvió peligroso para la salud comer verduras. La violencia contra los animales se normalizó, como pasa con muchas
cosas del discurso progresista que cuando nos fatigan “pegan la vuelta” y se vuelven aceptables. Hubo procesos migratorios masivos de países impensados que quedaron bajo el agua. Sin embargo, la cotidianeidad de Manuel con su hija no se siente futurista, es más bien completamente atemporal. De hecho, las dos casas se ven prácticamente iguales, salvo por algunos detalles que tienen más que ver con el deterioro del paso del tiempo que con avances tecnológicos o cambios en las modas. Son más bien marcas, huellas.
El protagonista no es Manuel, sino que la historia gira en torno a su percepción de los acontecimientos. En 2020 el departamento le parecía grande y prometedor. En 2050 lo ve más pequeño, le parece que fuera otro. A los 30 pensaba que iba a tener un varón, al que le escribe una canción. Cuando se la canta a su hija de 30 años ella le señala que esa canción no se la hizo a ella, sino a la proyección de lo que él esperaba de ella. Menciona que él siempre recuerda muchas cosas con ella, mientras ella sólo recuerda los momentos donde él no estuvo. Cuando su mujer quedó embarazada, Manuel se obsesionó con un nene de Lugano que de un día para el otro perdió a toda su familia y se quedó en la calle. Lo empezó a grabar para un nuevo documental que reemplazó su proyecto anterior, a su familia, a su trabajo. Sin embargo, en cuanto el documental se volvió un éxito dejó de tener contacto con el nene, y en 2050 intenta volver a contactarlo con la esperanza de que el documental le haya mejorado la vida. Durante gran parte de la obra se proyecta el documental, logrando meter al cine en el teatro del futuro, como una forma de protegerlo de la extinción. Por momentos también hay una experiencia de metateatro que dialoga con la construcción de la obra que estamos viendo. En definitiva, la obra es una forma de replicar la realidad que, tal como una construcción edilicia, es muy difícil que refleje con exactitud a la original.
Los Años es una burla de lo que esperamos del futuro y lo que finalmente sucede. Se mida como se mida, el tiempo nos juega en contra y lo único que podemos hacer es tratar de dejar algún.
Teatro San Martin (Av Corrientes 1530) de miércoles a domingos 20:30h- Sala Martin Coronado Director: Mariano Pensotti. Elenco: Marcelo Subiotto, Mara Bestelli, Bárbara Massó, Paco Gorriz, Julian Keck, Diego Vainer. Musico en vivo: Diego Vainer. Video: Martin Borini Montaje de sonido: Ernesto Fara. Diseño de iluminación: David Seldes. Diseño de espacio escenico y vestuario: Mariana Tirantte. Colaboracion artística: Aljoscha Begrich Asistente de dirección: Juan Reato. Producción Artística: Florencia Wasser |