SAQUEN SUS ROSARIOS. «AKELARRE», DE PABLO AGÜERO #NETFLIX #CINEAR

por Mercedes Orden

El fuego alcanza cada rincón del cuerpo. Las mujeres arden en la hoguera, mientras los «jueces» (Alex Brendemühl y Daniel Fanego), en nombre de Dios, las observan convertirse en montañas de cenizas. La crueldad recae de forma masiva y sistemática sobre las acusadas de hechicería. Aunque no haya seguridades, se da por supuesto. Uno de los hombres dice: «¿Y si fuese solo un sueño?», otro contesta: «Tantas mujeres podrían tener el mismo sueño». Terminada su misión en esa aldea, los jueces siguen viaje hasta la próxima para castigar a nuevos grupos y dar, a su vez, un mensaje al resto. Para que no actúen similar a ellas, para que se sometan por miedo.

En la semana en que se recuerda a las ciento veinte trabajadoras que ardieron en Triangle Shirt Waist Factory (Greenwich Village), el 25 de marzo de 1911, cuando sus jefes dejaron bloqueadas las puertas de la fábrica, la nueva película de Pablo Agüero llega con una fuerte impronta feminista y otras mujeres que arden. Basado en una adaptación libre de las memorias del inquisidor francés Pierre De Lancre reunidas en el «Tratado de la inconstancia de los malos ángeles y demonios», Akelarre (palabra del euskera: aker, macho cabrío, y larre, prado, ya que se creía que las acusadas invocaban al Diablo bajo esa forma) retoma las ejecuciones de 1609, en el País Vasco francés llevadas a cabo en nombre de Dios añadiéndoles una dosis de fantasía.

Un grupo de jóvenes (Amaia Aberaturi, Yune Nogueiras, Lorea Ibarra, Jone Laspiur, Irati Saez de Urabain, Garazi Urkola) son perseguidas, encapuchadas y apresadas con el fin de hacerlas confesar acerca de sus actos. Ellas hablan, discuten, se interrogan acerca de los motivos que las han llevado a esa celda, yendo de la risa al temor cuando la violencia comienza a intensificarse y se ven empujadas a encontrar algún método de escape. A partir de poner el eje en el juicio de los cuerpos, en la acusación en nombre de la religión y en la capacidad del hombre de creerse dueño de estas mujeres que generan sospecha por una sonrisa considerada como perversa o por la posición de las piernas, lo que se deja entrever es el miedo que resulta de la libertad, unión y la necesidad de castigar la corporalidad como forma de ejercer poder.

Con un guion co-escrito con Katell Guillou, el director de Eva no duerme (2015) vuelve con una historia que observa el empoderamiento a través de las jóvenes para exponer de forma prolija la lucha y el rechazo a aceptar la decisión que jueces impunes tienen asignada para ellas. La belleza de las imágenes que va desde la frescura y claridad de las largas cabelleras al viento, hasta las pieles ensangrentadas en medio del encierro, acompaña los diferentes climas y los modos de ser/estar de las torturadas y acusadas como un peligro para la sociedad por tener un pacto con el diablo.

Si bien la Inquisición puede resultar algo lejano en el tiempo, Akelarre sirve para seguir pensando el modo en que la Iglesia se mantiene presente en nuestros cuerpos y las decisiones individuales. Aunque hayan cambiado los métodos, hay una parte de la población que continúa naturalizando una autoridad suficiente para dar vida o muerte. Por suerte el aborto ya es legal en Argentina (pero la lucha sigue en el continente). Una nueva batalla que le ganamos a la institución y un rosario más que sacamos.

Deja un comentario