“¿Cuál es la cualidad más universal del hombre? ¿el miedo o la pereza?”
― Louis Mackey

El miedo al futuro es ineludible, al menos en algún momento de la vida. Es que la única certeza real que tenemos sobre lo que procede se basa en saber que tarde o temprano (aunque probablemente sea justo a tiempo) llegará el fin para cada unx de nosotrxs.
“SE VAN A MORIR”, escribe en el pizarrón un profesor universitario de literatura en plena crisis existencial. Un escritor que evade su realidad con paliativos en la noche porteña, buscando apartar de su vista cualquier imagen de un posible futuro. La desidia y el pesar del personaje dramatiza la obra al mismo tiempo que nos hace reír. Pero es de esas risas neuróticas, risas falsas y exageradas de una cena incómoda a la que deseamos nunca haber ido.
Lo cierto es que hace unos días debatía con un gran amigo sobre qué herramientas existen para diluir al menos un poco el existencialismo y sus crisis, sabiendo que nunca va a desaparecer por completo, y que se basa en el miedo al futuro y en dudar del todo. Pintar, dibujar, improvisar música, funcionan todas muy bien. También caminar sin rumbo. —Amar…— me dijo. —Amar es olvidar—.