UN MAPA DE DETALLES, EL ESPÍRITU DE UNA PELÍCULA: «HUSEK» (2021), DANIELA SEGGIARO

por Nicolás Noviello

El 21 de noviembre de 2021 estrenaba en el Festival Internacional de Mar del Plata la película Husek. Ese mismo día, a unos 1.500km de distancia, en Costa del Ternero, provincia de Río Negro, fue asesinado Elías Garay, joven mapuche de 29 años. La coincidencia no es gratuita, la película trabaja sobre un presente doloroso y una deuda histórica del Estado argentino que continúa con desidia postergando su reparación. Ese mismo 23 de noviembre también vencía el plazo para, justamente, postergar la Ley 26.160. Que cada 4 años los conflictos se intensifiquen sobre la misma fecha tiene que ver con esa Ley: el 25 de noviembre de 2017, mientras era velado el cuerpo de Santiago Maldonado, el Estado asesinaba a Rafael Nahuel. El Estado que no cumple con la Ley y una reparación histórica es el mismo que criminaliza y asesina a las comunidades originarias.

Husek es la segunda película de Daniela Seggiaro y al igual que en Nosilatiaj. La belleza, 2012 vuelve a trabajar con la comunidad Wichi del norte de Salta. La nueva película transcurre en el año 2017, y de hecho uno de los días puede situarse exactamente en la fecha en la que el cuerpo de Santiago Maldonado fue encontrado sin vida. Intencionalmente o no, la decisión de esa fecha es lo que marca el punto de vista de la película, primero por ignorar ese acontecimiento y segundo porque se sitúa en torno a otros acontecimientos, el 32° Encuentro Nacional de Mujeres ocurrido en Chaco en octubre de 2017 y las elecciones legislativas. La película toma, entonces, la decisión de crear una ficción sobre un conflicto territorial en una fecha determinada y así trabajar el presente histórico posicionando un punto de vista y omitiendo, quiérase o no, otros. Si queremos evitar este señalamiento podemos decir que se trata de una película “híbrida” que toma de manera documental lo que quiere del presente y el resto deja de existir como por arte de magia. Pero la realidad es que al cine argentino le cuesta demasiado trabajar sobre el presente histórico como para no prestarle atención a los detalles, para solo mirarla como una película sobre una comunidad étnica diferente, sobre una otredad con la que nada tenemos que ver más que el hecho de habitar el mismo mundo. 

En su primera película, Seggiaro se detenía a observar los días de una adolescente que trabajaba como “criada” en una familia criolla. Allí el punto de vista era más íntimo, intrafamiliar, y el respeto por la comunidad Wichi llegaba al punto de casi no ser filmada. En esa lograda película se conseguía desmenuzar con inteligencia cómo la cultura social avanzaba sobre la protagonista que poco podía hacer para resistirse. El Estado allí no era más que un fuera de campo que, claro, estaba ausente. En Husek, en cambio, se intenta trabajar sobre una cultura económica, es decir un sistema económico que avanza sobre la comunidad Wichí. Esto implica riesgos que llevan a cometer algunos desaciertos, pero bienvenidos sean porque, queriendo o no, ahora se trabaja sobre un sistema que afecta también al resto del país y las lecturas se vuelven más amplias. El Estado en Husek está todo el tiempo presente y sus acciones son el ojo de la tormenta.

La película comienza con un pequeño pasaje de íntima conversación entre Leonel, un joven Wichí, y Valentino, cacique de la comunidad. Mientras Leonel toma la miel de un panal Valentino le explica que debe apurarse ya que una vez robada la propiedad de las abejas al poco tiempo ellas dejan de resistirse, en cambio cuanto más se demore la extracción de la miel más tiempo les da para resistirse. Seguido a esto la película se centra en la llegada de Ana a la comunidad, ella es una joven arquitecta empleada por la Secretaría de Desarrollo y Vivienda para encargarse de la construcción del barrio a donde deberá mudarse la población Wichí que integran Leonel y Valentino. Ana debe ir hasta “las afueras de la civilización”, como así lo hacen ver sus desagradables compañeros de viaje que quieren hacer firmar cuanto antes los papeles al cacique para que rápidamente puedan comenzar con la construcción del barrio. Sin embargo, ella en todo momento demuestra un gran compromiso con su trabajo y una buena predisposición. Las conversaciones con Leonel, que la recibe y acompaña en su tarea, son siempre honestas y amables, de ambas partes, pero permiten observar un problema: parecen estar en canales de comunicación distintos, es decir, no por el lenguaje (la convivencia de lenguas en la película nunca es una barrera para la comunicación), sino en que la comprensión sobre lo que el otro dice no es suficiente, con la empatía de la protagonista no alcanza para establecer un lazo real. A partir de allí Ana comenzará a vivir directamente los conflictos burocráticos que tienen como objetivo único el desalojo a la comunidad de sus tierras y se enterará que por este motivo ya existieron enfrentamientos ante la llegada de las topadoras. Leonel también le comenta a Ana que en la tierra existen presencias, la película juega con lo fantástico y una presencia deja verse a los espectadores, a ese espíritu lo llaman un familiar

Podríamos pensar ambas películas de Seggiaro como una continuación, entonces, los riesgos que se corren al ampliar el terreno de trabajo, al «abrirse» al resto del país, son los lugares comunes. Los personajes parecen víctimas de un guion que reproduce un sistema de factores inmóviles, sin embargo, gracias al punto de vista que se define en ella, cabe preguntarse si no viene a cuento recordar una discusión que se encuentra en el N° 1 de la revista La Vida Útil sobre Chuva é Cantoria na Aldeia Dos Mortos, en la que se tenía en cuenta dos puntos importantes: que la película fue compuesta en conjunto con la comunidad, pero que, además, coincide en la manera de decidir su punto de vista. Si al final de Chuva… su punto de vista se definía en Ihjãc al permitirle al espectador escuchar a su padre, en el final de Husek se confirma el punto de vista en Ana, cuando consigue ver al familiar, convergiendo en la visión de la comunidad Wichí. Ana no solo es el punto de vista que adopta la película, sino que es el único factor móvil, el único que va cambiando su visión a lo largo de ella.

Centrarse en la humilde resistencia a la urbanización que propone la comunidad en la película, es un tanto vago. Quizá lo interesante que permite plantear la película ya no es, como en Nosilatiaj, la belleza, una distancia que nos separa de la otredad, sino la existencia de un factor común en los problemas de los individuos que, voluntaria o involuntariamente, participan dentro del mismo sistema. El avance del “progreso” iguala. Cuando Leonel y Valentino (cacique de la comunidad), junto con Ana, se encuentran por primera vez con el Secretario de Vivienda y Desarrollo, este les dice que “hay personas que han comprado sus campos” que se trata de “un proyecto con acceso al progreso” y pide “hacer un esfuerzo y dejar de lado los intereses personales”. Más allá del cliché de las frases repetidas por políticos, hay aquí un problema central de la película, pero que además se puede encontrar como uno de los problemas principales a la hora de abordar los conflictos actuales del país.

Tomemos un pequeño desvío para ponerlo en términos argentinos más “generales”, es decir, algo que sucedió en C.A.B.A.: el día 27 de septiembre del 2021 Página 12 ponía en tapa una problemática que hasta entonces no se estaba hablando en los medios de comunicación tradicionales del país, en ella se podía leer como titular principal “Torres como hongos” y lo sorprendente es que al leer la nota uno nunca encuentra el nombre de los principales responsables de esta problemática, es decir, por un lado el jefe de gobierno Horacio Rodriguez Larreta y por otro lado, las empresas y empresarios que construirán esas torres. Por lo tanto la metáfora ilustrativa del titular termina comiendo la noticia, si nadie los construye, si nadie es responsable ¿realmente crecen como hongos?¿Será que Larreta en realidad es En, el villano de Dorohedoro?. En Husek algo similar sucede con esas “personas” que compraron las tierras, al no estar nunca señaladas como parte real del conflicto no solo la película pierde fuerza, sino que también termina legitimando esas compras, como si nuevamente (al igual que en las conversaciones iniciales entre Ana y Leonel) el conflicto fuese por “canales” de comunicación, en este caso, legales. Seguido a la conversación con el secretario, Valentino susurrará “hacen todo sin avisar, siempre por sorpresa”. El accionar del Estado en la película no difiere en nada a las decisiones toma fuera de ella, como el gobierno de Arcioni con las mineras en Chubut, la aprobación de Cabandié para la explotación petrolera en la costa, las decisiones del jefe de la inmobiliaria porteña Horacio Rodriguez Larreta, etc. 

Hay que tener cuidado en pensar o mostrar al Estado como villano. Señalar lo que debe hacer y no hace, o lo que directamente hace mal es prácticamente una obligación de la ciudadanía, pero distinto es creer que directamente debe ser abolido y caer en un discurso neoliberar berreta. La película da pautas claras para creer que esto no es así, Ana confía en las herramientas del Estado y la comunidad cree en Ana (como trabajadora del Estado) y es paciente ante su accionar. Por eso, hubiera resultado conveniente la presencia real de un factor que presione para que el desalojo sea efectuado, ya sea desde una constructora, de los “nuevos propietarios” o ver más claramente (ya que esto sí se dice en la película) la necesidad de generar empleo y presentar antes de las elecciones “la obra pública más importante de la gestión”.

La llegada de Rocío (la pareja de Ana) establece un nuevo personaje inmóvil, un nuevo obstáculo con el que la protagonista va rebotando, podríamos pensar al sistema que organiza la película como si fuese un pinball. Rocío es una abogada que trabaja en la Secretaría junto con Ana. Cuando se encuentran (posiblemente el 17 de octubre, día posterior al 32° encuentro de mujeres) tienen el siguiente diálogo: “tendrías que haber venido al encuentro de mujeres Ana, fue muy importante, te hubiera gustado” “Si seguro me hubiera gustado, el tema es que estaba trabajando y estaba de viaje”.

Como si no fuese suficiente con la discusión al progreso del Estado argentino, Husek reproduce una discusión clara dentro del progresismo: Ana no participa del encuentro de mujeres por su trabajo, pero mejor dicho, no participa por involucrarse en su trabajo y hacer de él un espacio de lucha, en cambio, cuando Ana recurre a Rocío en busca de ayuda, ella le da la espalda, la sororidad y la lucha de Rocío solo se lucen en sus vacaciones. De todos modos, vale aclarar que Rocío sí se mantiene firme en la calle contra los acosadores, esto resalta que el problema real (de la película) no es la violencia individual de los hombres ante los cuales Ana y Rocío se saben defender, sino la violencia institucional que ejerce el poder del Estado. La ejecución de esa violencia por un lado se traduce a una posible pérdida de trabajo, pero también es tácita, cuando desde la Secretaría deciden que van a avanzar en la construcción de viviendas, queda implícito cómo se llevará a cabo la ejecución del desalojo de tierras.  

Quizá como una continuación de lo hecho en Nosilatiaj, la belleza o quizá como un nuevo punto de partida, Husek es una película ambiciosa en su propuesta. Es cierto que los detalles que se aferran al presente histórico y alimentan este texto se presentan de forma minúscula, pero existen y, sobre todo, abundan porque la película entiende muy bien que para trabajar sobre dicho presente no alcanza con solo prender una cámara y filmar. Los vaivenes que sufre entre los llamados “conflictos reales” o urgentes y las disputas sobre demandas “progresistas” dibujan un mapa de la realidad de nuestro país: desde la escasez de agua que sufre la población Wichí a la lectura que Leonel realiza de la etiqueta de una botella; desde el conflicto territorial a las distintas manifestaciones que tiene el feminismo. Será un dibujo no tan logrado en términos estéticos y formales, pero de todos modos es uno que permite muchos anclajes en los que se puede seguir profundizando. Y no hay que olvidar que esos anclajes en otras películas se evaden de manera intencional justamente para no tener conflictos en lo estético y lo formal. El mapa de la película es su espíritu, uno que denuncia un presente y anuncia posibilidades, la posibilidad de estar unidos para resolver los conflictos que acechan. Ese mapa es Husek.

Argentina, 2021
Dirección: Daniela Seggiaro. Produccion: Álvaro Urtizberea. Productores asociados: Paula Zyngierman y Leandro Listorti. Guionistas: Daniela Seggiaro y Osvaldo Villagra
Director de fotografía: Guillermo Saposnik. Dirección de sonido: Catriel Vildosola
Montaje: Julián D ́Angiolilo. Arte: Guido Yannitto y Bruno Alfarano. Música: Whisky
Vestuario: Macarena Fuentes. Elenco: Verónica Gerez, Leonel Gutierrez, Juan Rivero
Carla Crespo. Duración: 89 minutos.

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