#8M ALGUNAS HUELLAS PARA MI REGRESO. ESCRIBE: MILENA RIVAS TODARO

por Milena Rivas Todaro*

Todo empezó con una carta. Marilú Mallet y Valeria Sarmiento, ambas realizadoras chilenas, la primera radicada en Canadá y la segunda en Francia, iniciaron un proyecto epistolar desde el exilio durante la dictadura pinochetista. En el envío de una serie de misivas filmadas, se abría para ambas una misma pregunta por el anudamiento de las coordenadas mujer, migrante y cineasta. Salir al encuentro de un espacio que pueda alojar ciertos interrogantes vuelve manifiesto un potencial de vida en la voluntad de Mallet y Sarmiento de crear un lenguaje por fuera de la tradición y dar cauce a lo minoritario a través de la puesta en escena de la intimidad: lejos de suturar un discurso, el diálogo epistolar se pone en acto como una construcción colectiva de conocimiento. Aquel proyecto original —inconcluso, dada la falta de apoyo económico de ambos Francia y Canadá— es el germen del documental autobiográfico Diario inacabado (1982).

Acariciando las paredes de su nuevo hogar en Montréal e imprimiendo a cada imagen el relato de su sorpresa, su deseo, su incertidumbre, su desconocimiento de aquello que debería serle familiar pero no lo es, el ojo-mano de Marilú Mallet inaugura la película. Si desarmamos aquella idea de que se ve de lejos y se toca de cerca, el registro íntimo que hace Mallet de los senderos, los vehículos y los rincones de su hogar se transforma en una práctica de resistencia que dialoga, aún a la distancia, con la situación sociopolítica de Chile. Si el cine en tanto tecnología del género ofrece representaciones hegemónicas y, a su vez, condiciones de posibilidad para otras alternativas, aquí la cineasta chilena emprende el propósito original del intercambio con su amiga, también realizadora y migrante, y hace uso de la primera persona para probar otras lenguas vernáculas del deseo. A través de su intermitente voz en off y una mezcla fecunda entre secuencias ficcionalizadas, fotografías, música, el blanco y negro y el color, nos acercamos a la construcción en acto de un relato que se inserta entre una subjetividad en crisis, signada por la experiencia de desacople espacial, y la historia social contemporánea. ¿Cómo hacer cuerpo el exilio, la fuga permanente, el anclaje imposible? 

Je laisserai des traces pour mon retour [dejaré algunas huellas para mi regreso] promete a lo lejos una canción, mientras un par de vehículos se balancea en la línea del horizonte. El carácter de desplazamiento insiste a lo largo y a lo ancho de la película en el pasaje entre diversas texturas visuales, la puesta en imagen de transportes en movimiento y sitios de paso, avenidas, bulevares, carreteras. Diario inacabado sostiene a un sujeto nómade, en trance y en tensión permanente con el nuevo entorno en que le ha tocado vivir. En esta apuesta cinematográfica, traza una cartografía del espacio interior que trasciende la mera referencialidad para pasar a ocupar un rol decisivo en la búsqueda de la protagonista, delimitando y atravesando universos privados y públicos como parte de su camino de exploración. Diario inacabado propone otra posición del sujeto femenino en la observación del espacio, deshaciendo la fijeza de los sistemas binarios que lo han borrado del mapa de la movilidad y lo han recluido al dominio doméstico. Aquí, estar en tránsito no supone un abandono de la casa sino más bien un ejercicio constante de distancia y proximidad, como quien busca ajustar el foco antes de tomar una fotografía. La casa, también, se mueve. Una topografía de lo viviente. Paisaje compuesto por capas de presente continuo y memorias del pasado, la casa misma es el diario íntimo de Mallet, lo desordenado y fragmentario de su propia incertidumbre. Si, al principio de la cinta, confesaba que echar raíces significaba, al fin, sentirse en casa, pertenecer y que algo nos pertenezca, ese alivio —más letárgico que poderoso— va desarmándose con el paso de las escenas, acaso teñidas por la sensación de que el espacio es tan sólo habitado de forma precaria y ocasional. Una precariedad que no puede sino ser potencia de un mundo por descubrir, formulado a la manera de un cianotipo, entre signos de pregunta y relámpagos de belleza. Y si el film se admite inacabado, en un estado transicional que no termina de resolverse, qué dicha imaginar que siempre habrá alguien del otro lado a la espera de nuestra última carta para continuar la conversación.

* Milena Rivas Todaro. Licenciada en Artes con orientación en Cine y Artes Audiovisuales (UBA). Investigo acerca de la filmografía de Claire Denis en el marco de una adscripción en la materia «Análisis, Crítica y Estudios sobre Cine» (UBA), escribo sobre cultura visual en Revista Encuadra y coordino talleres de conversación en francés alrededor de las películas que me gustan.

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