por Leonardo Ojeda
Navegando en ese archivo de memoria colectiva que es Youtube encuentro dos momentos desconcertantes y rupturistas de Suarez, esa rara avis que emergía desde los márgenes del nuevo rock argentino. Uno, el primer videoclip de la banda: “Morirían” (Esteban Sapir, 1995), desde el álbum low fi “Hora de no ver”. Lo que se ve es a la lideresa de la banda, Rosario Bléfari, con su peculiar tono de voz, entre aniñada y tierna. Con su boca gigante en primer plano, canta con desafección y gritos en una cancha de futbol cinco junto al resto de la banda: Marcelo Zanelli y Gonzalo Córdoba (guitarras), Fabio Suarez (bajo) y Diego Fozzer (batería) que corretean con un niño entre instrumentos de juguete. La extrañeza, el espíritu lúdico, lo infantil y la incómoda disonancia dentro de una dulce melodía.
El segundo momento, un video de comienzos de siglo del ex Canal Siete, pixelado y con auspicio de una prestadora de tv satelital extinta, en una perfomance en el Festival Alternativo Argentina en Vivo en la que Rosario se encontraba embarazadísima, con una panza que estallaba y que exhibía con una remera blanca cortada. Cantando, bailando, gritando. Electrificada. Una representación que hasta ese momento era inédita y que llamó la atención del presentador del canal. “Recibo más atención, todos me preguntan por la panza, yo me siento bien, así que es un placer”, respondía con risa y enorme entusiasmo la cantante a la duda del cronista. A tono con su despertar artístico en el teatro underground de los 80s, allí en donde el cuerpo pasó a sacudirse en reacción a su negación y desaparición en dictadura, Bléfari gritaba en aquel escenario que “El cuerpo habla, ¡Vamos a oírlo!”. Un cuerpo imposible de reducir a una etiqueta de cantante, actriz, escritora o performer. Que nunca pudo ser encorsetado, que renegó de etiquetas o estereotipos de género y que siempre excedió el escenario o la cámara que la retratara en películas icónicas con un lenguaje propio como Silvia Prieto de Martin Rejtman o 1000 boomerangs de Mariano Galperin.

Suárez: Cuatro Canciones es una suerte de coda de los documentales que devolvieron a Suárez al escenario después de casi 15 años de ausencia: Entre dos luces: Suarez – Primera parte (2015) y Cien caminos: Suarez – Segunda parte (2017), de Fernando M. Blanco (también guitarrista en Valle de Muñecas y al frente de Siempre es Medianoche), imprescindible no solo para que una generación que nunca vio en vivo a la banda pase por la experiencia, sino también en la puesta en valor documental del registro audiovisual de una travesía estética que atravesó los `90s. En esta suerte de epilogo fílmico, Blanco registra poco más de 15 minutos del show que (luego de una presentación junto al primer documental en el Festival de Cine de Mar del Plata en 2015) realizara en 2016 la formación original de Suarez en el Konex de Buenos Aires, frente a una audiencia sold out que fue a vivir la experiencia dual de la electricidad y la melodía, el ruido y la dulzura. Los diferentes planos de sonoridades y los paisajes emocionales de una obra que no paró de agigantarse con el paso del tiempo y la transformación de los formatos de escucha. En el año en que Rosario Bléfari pasó a ser de todes, Blanco devuelve al cine lo que el cine devolvió a los escenarios. El eterno retorno de Suarez.