por Mercede Orden
Lady, vos no querías abortar,
«Lady», Fun People
pero no tenías opción.
El álbum de la familia se abre. Las fotos sirven a modo de presentación. Allí están Laura y Valeria, su padre que nunca las quiso -con la cara borrada- y la madre, Vicenta, quien empuja este relato. Ella trabaja limpiando otras casas, además de la suya, y vive junto a su hija menor en un barrio humilde. Laura, de diecinueve años, tiene un retraso madurativo. «Crece y no crece», dice la voz en off, interpretada por la cantante Liliana Herrero. La cadencia de las palabras transmite la paciencia y el amor con el que esta madre cría a su hija, y asimismo el cansancio y la impotencia que generan un conjunto de instituciones con ideas obsoletas y burocracias que enlentecen asuntos de carácter urgente.
Un dolor de vientre que termina en una salita barrial de primeros auxilios da un giro en el mundo de estas protagonistas. Entre la necesidad de preguntar y hablar, Laura comprende que está embarazada de catorce semanas producto de las violaciones de su tío. Los profesionales les aconsejan que se apuren en realizar la denuncia por abuso para poder llevar a cabo un aborto no punible, como lo contempla el artículo 86, inciso 2 del Código Penal Argentino.
Rostros serios en personajes fijos hechos en plastilina, ubicados en escenarios perfectamente recreados, cooperan en la construcción de una historia basada en el caso real de Vicenta Avendaño. Darío Doria dirige esta odisea que ayuda a visibilizar la problemática del aborto y su relación con la desigualdad social. El barrio humilde en donde viven estas mujeres, creado a partir de distintos materiales, no es un detalle de la narración sino lo que explica la cantidad de obstáculos a los que ellas deben enfrentarse, puesto que como sabemos -y mal que le pese a los moralistas disfrazados con pañuelos celestes- las mujeres de clases bajas son quienes ponen su vida en peligro cuando el Estado no garantiza un acceso seguro y gratuito al aborto.

Laura, acompañada por su hermana y su madre, emprende esta odisea en silencio comprendiendo que no tiene la capacidad para traer un hijo al mundo. Este hecho que resulta claro y simple comienza a complejizarse a la vez que ellas llevan adelante la denuncia policial y los trámites judiciales, moviéndose por diferentes territorios en busca de alguna respuesta. Mientras tanto, grupos de profesionales se reúnen para debatir el caso, que, en verdad, no requeriría ninguna autorización judicial para la interrupción. La intervención excesiva y los tiempos lentos que no contemplan el tiempo biológico hablan de los abusos de las instituciones que añaden dolor en mujeres como Laura, mientras les generan nuevos traumas. Violencias de médicos, jueces, religiosos que también recaen en el círculo de personas que las acompañan y son testigos de las injusticias que las atraviesan.
Vicenta invita, a través del cine, a seguir discutiendo un tema de agenda como es el de la salud pública, el cual nos compete a todos y todas. La vigilancia y el castigo a los que refería Michel Foucault siguen resultando actuales en una sociedad donde el cuerpo de la mujer se constituye en tanto cuerpo dócil al que se le quita la posibilidad de decidir por sí mismo y se lo culpabiliza con el fin de seguir reproduciendo la lógica de un Estado capitalista y patriarcal. Como se observa en una pancarta de fondo, luego de que Vicenta y Laura encuentren el apoyo que buscaban en una Red de Mujeres, es hora de que la maternidad sea deseada o no sea. Mientras adentro de la cámara de diputados se trata el proyecto de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, nosotras, desde afuera, gritamos: Será ley.
Argentina, 2020 Dirección: Darío Doria. Guion: Luis Camardella, Florencia Gattari, Darío Doria. Fotografía y edición: Darío Doria Dirección de arte: Mariana Ardanaz. Sonido: Federico Esquerro. Música: Ezequiel Menalled. Producción: Felicitas Raffo, Pamela Livia Delgado, Virginia Croatto. Compañía Productora: CEPA Cine Intérprete: Liliana Herrero. Duración 69 min. |