CIGARRILLOS, PASTILLAS Y ALCOHOL: “EL AÑO DEL DESCUBRIMIENTO”(2020), LUIS LÓPEZ CARRASCO

Por Juan Rodes y Mercedes Orden

(…) el bar es la última oferta de la eternidad,
la última oferta que queda de la libertad,
el peligro a que pierdas tu novia, a que
te enojes con tu amigo, a que aparezcan
personas desconocidas,
yo creo que el bar es sobre todo,
no digo la selva, pero por lo menos es
el bosque que le queda a la ciudad.

(Enrique Symns en la introducción de «Mosca de bar» de Dos Minutos)

En el prólogo de Los lanzallamas, Roberto Arlt exponía la necesidad de comprender la literatura como un cross a la mandíbula. Luis López Carrasco, co-fundador del colectivo audiovisual Los hijos, construye un film que puede pensarse en la misma dirección, con la distancia justa para que cada golpe resulte efectivo. Una obra compuesta por cuarenta y cinco testimonios, con una duración de doscientos minutos conecta diferentes relatos para llevar a cabo un análisis crítico de la sociedad que deja en knock out a quien se enfrenta a ella. El año del descubrimiento busca dar con un efecto atemporal para hablar de 1992, momento en que se celebraron en España los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal de Sevilla bajo el lema «La era de los Descubrimientos», en referencia a los quinientos años del primer viaje de Cristóbal Colón a América. Frente a un imaginario del progreso que proponía el país, se expone el contraste con la realidad de la clase trabajadora: mientras la desindustrialización avanzaba en el sur, la gente salió a ocupar las calles de Cartagena, ciudad ubicada en la región de Murcia. Sucesos que parecen haber sido eliminados de gran parte de la memoria colectiva.

Luis López Carrasco ubica una serie de charlas dentro de un mismo bar cartagenero llamado «Tana», un espacio atemporal y cómplice de lo popular, templo de las discusiones apasionadas y confidencias, en donde distintos personajes dialogan acerca de sus historias de vida. El recurso de la pantalla partida es elegido para mostrar los testimonios que se intercalan, en un comienzo, como parte de un gran ruido, hasta llegar a la identificación de cada voz, en un constante ida y vuelta entre lo general y lo particular que genera una experiencia inmersiva al espectador. Esa exposición dividida le permite al director mostrar el material de archivo donde el fuego en las calles, las corridas y los policías disparando atestiguan el estallido que terminó con la quema del Parlamento local. En paralelo, observa los rostros del bar, las miradas extraviadas y una multiplicidad de manos donde la ansiedad se manifiesta. El desempleo, el insomnio y la depresión son parte de un mismo malestar heredado que queda reflejado en corporalidades que fuman, beben café y evaden la realidad a través de cigarrillos, pastillas y alcohol.

Placas negras con títulos referentes a los grandes temas, separan en capítulos este documental que avanza con fuerza dentro de un espacio donde las distintas generaciones se encuentran y separan en un contexto que parece inmutable. La opción por el formato de video Hi8 coopera en la creación de un clima de confusión que invade a la hora de contextualizar las imágenes y establecer distintos tiempos. Todos los tiempos que, a su vez, son uno solo cuando se piensa en términos de la historia de esta ciudad.

José Ibarra oficia como personaje central apareciendo en diferentes oportunidades para guiar el relato mientras reflexiona sobre los cambios y continuidades en Cartagena. Proveniente de la última generación de niños obreros, el hombre recuerda la depresión de su padre en épocas de Franco, un accidente sufrido en sus primeras jornadas laborales y los disturbios en la Asamblea Regional de Murcia para ayudar a comprender el modo en que el presente puede ser analizado a través de los cambios económicos, sociales y políticos de las últimas décadas, como así también los referentes a la cultura del trabajo. Junto a él, el resto de los personajes ubicados en el bar funcionan como testigos de diferentes acontecimientos históricos y personales, sumados a un material de archivo donde noticiarios y publicidades cooperan en la construcción de los contrastes entre el relato del progreso español, la industria desmantelada, el descontento y la incertidumbre popular.

Eventos que parecen olvidados, como si no se quisieran traer a la memoria y donde López Carrasco, de manera benjamineana, opta por llevar a cabo un trabajo de “cepillar la historia a contrapelo”. Una historia que no se olvida del dolor de la lucha de clases sino que toma plena consciencia a través de su discurso y se desprende directamente de la boca de diversos actores sociales.

Los sindicatos conciliadores, los compañeros infiltrados y la incompetencia de las instituciones políticas explican el clima de desencanto colectivo. En medio de este presente, la falta de consciencia de clase queda expuesta en diferentes frases que sirven a modo de autocrítica y se deslizan en las charlas dentro del bar: “No salimos a la calle. Antes salíamos para todo”, “¿Tú el primero de mayo dónde estás? ¿Por qué no estás en la manifestación?”. Las preguntas a partir de las cuales interpelan a quien tienen enfrente sirven también para la toma de conciencia personal acerca de su rol en la actualidad donde el individualismo neoliberal ha preparado el territorio y la Unión Europea no se muestra como un avance sino como un retroceso ante la pérdida de la identidad española.

Golpes y contragolpes llenan la pantalla en medio de los cuales la información y el montaje resultan de una potencia que no permiten hacer caer la atención. 1992 aparece como el año donde la ciudad tuvo 127 manifestaciones en 180 días, en un escenario de fábricas cerradas, cese de la actividad minera en la Sierra minera de Cartagena-La Unión, puestos de trabajo en peligro y un Parlamento sin representación. Un año que resulta crucial para descubrir la historia de las desigualdades al interior de un país y reflexionar sobre ciertos hechos que llegan hasta el presente como es el avance de la nueva derecha a nivel mundial.

El Año del Descubrimiento cobra un carácter urgente para comprender las nuevas formas en que el poder financiero transnacional somete a la clase trabajadora. El documental ocupa el espacio de ese bar, que es también el bosque de la ciudad, para invitarnos a pensar en cómo no ser la resistencia que el poder necesita. Luis López Carrasco habla de otro año y otra ciudad, pero la rabia y el descontento no nos resultan lejanos. El empresariado que no se concibe como parte de un proyecto de país, representando intereses estrictamente sectoriales, y las nuevas generaciones que trabajan para ser pobres traspasan las barreras continentales, ayudándonos a comprender lo universal en los relatos del progreso que resultan antagónicos a la realidad, ahora observados frente a una pantalla que se divide y, a la vez, nos une.

España, Suiza, 2020
Director: Luis López Carrasco. Guion: Luis López Carrasco, Raúl Liarte. Fotografía: Sara Gallego 
Edición: Sergio Jiménez Barranquero. Sonido: Alberto Carlassare, Jorge Alarcón 
Producción: Luis Ferrón, Luis López Carrasco, Pedro Palacios, Daniel M. Caneiro, Ricard Sales, David Epiney, Eugenia Mumenthaler, Pablo Pérez. Compañía Productora: LaCima Producciones, Alina Film. Duración: 2020

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