por Mercedes Orden
El vencimiento en tanto condición inevitable se siente en la profundidad de cada espacio. Los cuerpos rendidos se confirman en sus múltiples modos. Desterro medita acerca del fin —de una relación, de las palabras, del mundo— desde el comienzo del relato. En las escasas frases que intercambian Laura (Carla Kinzo) e Israel (Otto Jr.) mientras desayunan, surgen temas cotidianos como la crianza de su hijo o un almuerzo familiar, junto a otros de tipo existenciales como la extinción de la vida en la Tierra. Al respecto, ella afirma que le gustaría presenciar ese momento, él discrepa. De fondo se comprende que esto no es lo único donde no logran ponerse de acuerdo, sino que los puntos de vista se apartan de forma irreversible.
En su primera ficción, María Clara Escobar se pregunta acerca de una temporalidad que genera la sensación de haber quedado suspendida. «Algunos días pareciera que el agua tarda más tiempo en hervir», dice Laura y ese detalle es quizá la primera seña que lo confirma. «Es por la cantidad, ¿no?», contesta Israel. Ella lo niega. Las corporalidades aquietadas quedan retratadas por una sucesión de planos fijos que acompañan la caducidad inminente al interior de una casa en Brasil, donde todo parece prenderse fuego y lo que deja es ahogo.

Los gestos de la derrota se acentúan, el silencio incomoda. La seriedad se hospeda en los rostros, excepto en algunas excepciones como el que aparece en la foto de un documento de identidad. No quedan refugios para las esperanzas, especialmente en esa cocina donde la taza rebalsa mientras las voces se extinguen. El fin de la relación resulta irreversible, y a ella se suma la vida de Laura en medio de una visita a Argentina. Su fallecimiento repentino motoriza una serie de adversidades que Israel deberá resolver, mientras aprende a criar a su hijo en soledad e intenta comprender, en medio de un proceso de duelo, qué es lo que está ocurriendo a su alrededor.
Desterro propone una ficción dramática y desordenada donde las pérdidas atan a sus protagonistas a distintas situaciones. Junto a elles, otros rostros se hacen presentes para intentar acompañar o interpelar acerca de distintas formas de padecimientos. Contada en capítulos, Escobar se interroga acerca de lo no dicho en una historia que comienza por un quiebre y queda estancada en los múltiples duelos. En medio de un clima pesimista e incómodo —que puede pensarse en paralelo al actual contexto político y social de Brasil— la directora expone las dificultades que emergen en un mundo confuso, el cual por momentos pierde su foco y oscurece los espacios. La fotografía y el sonido cooperan en la construcción de ese clima donde el dolor inmoviliza, pero también invita a correr hacia algún otro lado.
Brasil- Argentina, 2020 Dirección y Guion: María Clara Escobar. Colaboradores de Guion: Caetano Gotardo, Carla Kinzo. Fotografía: Bruno Risas. Arte: Juliana Lobo. Montaje: Federico Rotstein, Patrícia Saramago. Arte: Juliana Lobo. Sonido: Tales Manfrinato. Edición de Sonido: Nahuel Palenque. Mezcla de Sonido: Leandro de Loredo. Corrección de color: Andreia Bertini. Producción: Filmes de Brasil- Frutacine. Productores asociados: Terratreme Filmes. Productores: Paula Pripas, Ivan Eibuszyc, João Matos. Elenco: Carla Kinzo, Otto Jr. , Romulo Braga, Grace Passo, Juliana Carneiro Da Cunha, Bárbara Colen, Isabél Zuaa, David Lobo. Duración: 123 min. |