por Mercedes Orden
La composición de la familia, la descomposición en el mismo plano. De un círculo íntimo, de una época, de un estilo de vida. Una mujer filma a su marido en pleno viaje, él parece obsesionado por borrar los encuentros con Isabel Perón, ella por el mero acto de registrar. La frivolidad ocupa los rincones. Los brillos, la ostentación, las fiestas menemistas disimulan la oscuridad de una época.
Natalia Labaké recupera el archivo familiar para observar diferentes capas: desde lo histórico, se documenta a su abuelo, Juan Gabriel Labaké, asesor de Carlos Men*m —sepan disculpar que no lo nombre— y abogado defensor de Isabel. Haydeé, la abuela de Natalia lo acompaña, disfruta el lujo y el poder, se siente parte. En un discurso que da el hombre en medio de una gira electoral, habla de la viuda de Juan Domingo Perón y el rol que ha desempeñado: «una dulce joven que lo quisiera y lo amara como los hombres maduros en el exilio necesitan: que una mujer los ame con entrega total y en silencio». Algo en esa frase final habla también de la mujer que tiene al lado.
La esfera pública se mezcla con la privada. Los círculos cercanos conforman la otra capa. Una que le permite a la directora pensar sus orígenes, proponer cierta distancia para enrarecerse de todo lo que pasaba a su alrededor, cuando ella, como la cámara atestigua, era apenas una niña. Ahora será quien filme las discusiones familiares que continúan girando en torno a la política, donde los momentos de unión y tensión perviven. El tiempo narrativo avanza entre un pasado y presente imbricados, y donde uno completa los sentidos que el otro ha dejado incompletos.
Una tercera capa se detecta en torno al rol de la mujer en ese juego de montaje entre el antes y después. Es ese presente el que la lleva a la directora a plantear nuevas preguntas que parecían invisibilizadas en los registros de su abuela, donde las mujeres que aparecen a su alrededor no son valoradas por su silencio —como proponía su abuelo— sino por lo que tienen para decir, y los diferentes modos en que ellas han construido y defendido su espacio personal en relación con lxs otrxs.

La vida dormida plantea una historia que genera una sensación incómoda, pero invita a pensar en qué es lo que genera tal sentimiento: ¿Será la frivolidad que se confirma en esas playas paradisíacas donde vemos aparecer a Men*m con un porte de rockstar? ¿El saber que mientras toda esa gente sonreía, había otra que caía en la pobreza víctima de la falsa teoría de una copa que rebalsa e invita a todes a ser parte del goce material? ¿O será la imagen de una tía que ostenta algo auténtico y exterioriza lo que el resto no puede?
Natalia Labaké presenta una ópera prima que permite también reflexionar acerca de la complejidad del peronismo desde la arista familiar, y donde el trabajo con el archivo invita a les espectadores a llevar a cabo una experiencia activa para buscar un sentido que la directora — quizá consciente de ello— se niega a cerrar, sea por respeto hacia las personas que tiene a su alrededor, a los recuerdos, o por la mera dificultad para hacerlo desde la cercanía. La atmósfera construida por las imágenes de video caseras llena de menemismo cada uno de los rincones y corporalidades y nos propone pensar todo lo que se oculta o borra como gestos al interior de una familia, pero también de un país y su historia.
Argentina, 2020 Dirección: Natalia Labaké. Guion: Natalia Labaké, Paulina Bettendorff y Anita Remón Fotografía: Haydée Alberto y Natalia Labaké. Montaje: Anita Remón. Diseño sonoro: Sofía Straface. Productores: Mariana Luconi, Agustín Burghi y Natalia Labaké Compañía productora: Protón Cine y URSA estudio. Reparto: Haydée Alberto, Juan Gabriel Labaké, Bibiana Labaké, Agustina Labaké, Virginia Loussinian. Duración: 74′ |