por Nicolás Noviello
Y aunque las luces son suaves
Y el cine está aquí
No hay nada que hacer
De noche no pasa nada
Nada más que el tren
Las lecturas sobre las ficciones anodinas del cine argentino se volvieron tan insulsas y repetitivas como las mismas películas. La acusación crítica descansa, se vuelve vaga y cree no tener participación en la búsqueda de una solución. Se encuentran algunos motivos y alcanzan para finalizar la indagación. Basta googlear «anodino cine argentino» para encontrar una gran cantidad de críticas similares portadoras del mismo germen abúlico que poseen las películas sobre las que se escribe. No sin falta de lógica, claro, es lo que contagian. Pero lo más tortuoso es el hecho de que ni siquiera el tedio que transmiten esas películas y textos sirva para una lectura interesante del presente.
Bandidas es un cortometraje de Santiago Reale previo a sus cortos más conocidos, los pertenecientes a la llamada trilogía de La laguna. En aquel corto inicial de su filmografía, dos chicas adolescentes pasan el tiempo en un departamento, descansan, fuman, escuchan música y se filman, entre otras acciones desanimadas casi sin mediar palabra. Las jóvenes que parecen ser incapaces de experimentar el placer o despertar interés por algo, muelen una gran cantidad de pastillas que terminaran en una botella de agua. La atmósfera de anhedonia depresiva ostensible en el cortometraje es la que pareciera dominar, no solo cierto cine contemporáneo, sino más bien gran parte del terreno artístico. Cuando Charly García compuso el tema Anhedonia, la cosas eran muy distintas y esa letra tenía una relación directa con el presente, el concepto mismo había sido descrito apenas unos años antes. Una explicación posible para que esto continúe como algo novedoso (quiero decir, más allá de una genealogía del cine argentino) es culpar a la eterna novedad cool que trae la moda retro.

Te retratas
desde el anonimato total
Y todo lo que hacés
lo vimos antes de llegar
La nueva generación
un comprimido neuro-ficcional
Sin embargo, Bandidas tiene, entre otras cosas que intentaré retomar luego, como un final que termina burlándose de lo antes dicho al escaparse (literalmente) por la ventana. A pesar de la atmósfera que predomina, la búsqueda de las dos protagonistas, a causa de ese final (y el esclarecimiento de su título), termina por no ser tan esquiva de una realidad presente como parece. El hecho de que hagan lo que se les canta sin importar las consecuencias no modifica su estado emocional, pero sí el motor que las impulsa. A causa del final, el espectador puede hacer que el cortometraje vuelva sobre sus pasos, desandar el camino de la abulia y transformar la atmósfera en una hedonia depresiva1.
En Esta es mi selva inicia la Trilogía de la Laguna. Aunque en ella la continuidad parece regirse por un mismo orden narrativo que en Bandidas, la atmósfera es distinta y, en consecuencia, el tiempo maneja otros códigos. Hay algunas similitudes en decisiones técnicas que pueden encontrarse con un cortometraje llamado Pude ver un puma de Teddy Williams, que sirven principalmente para establecer algunas diferencias interesantes entre la poética de Williams y una posible (que intentaré desarrollar en el texto) de Reale. Dice Marcela Gamberini sobre el corto de Williams: Las ruinas, las grietas, las cuevas remiten al orden de lo primitivo o tal vez a lo que haya quedado después del apocalipsis. El primitivismo de estos jóvenes que, como en la magnífica “Pude ver un puma», se animalizan en las grutas donde viven o pernoctan o transcurren es pre o post apocalíptico2. La principal similitud está en la utilización de las ruinas como paisaje apocalíptico, la segunda es el uso de una animalización de los personajes (en Aquel verano sin hogar esto se verá con mucha más claridad). Según Gamberini, esto le sirve a Williams ya que Los tiempos se confunden porque sus marcas temporales concretas están diluidas en ciudades cualesquiera, porque esa es la voluntad del realizador. Y aquí es donde aparecen las diferencias. En principio, Esta es mi selva transcurre íntegramente en un mismo espacio o, si se quiere, en un mismo ecosistema, Pude ver un puma no. Justamente lo que busca Williams son los cambios espaciales entre ecosistemas, sin una alteración temporal. La no alteración temporal que va de los techos de un edificio a un pueblo en ruinas y luego a un bosque es lo que distingue a su poética, y lo que lo permite es el movimiento constante de los sujetos que sobrevuelan los espacios, apareciendo sin explicación alguna en ese otro ecosistema. Esta es la segunda diferencia: los sujetos en Esta es mi selva padecen el espacio. Si Williams trabaja sobre el espacio-tiempo, Reale lo hace sobre el espacio-sujeto, es decir el ser y estar, el habitar un espacio. Es en ambos casos la forma de filmar a los sujetos, ese primitivismo que distancia y su no subjetivación lo que les permite desarrollar su poética. Un anticipo, en Aquel verano sin hogar se habilitará una nueva diferencia: Williams trabaja lo onírico, Reale lo ominoso.

Y todo el mundo mira alrededor
Buscando afuera lo que está en su interior
Y yo no sé bien
Qué, qué, qué hago acá
Las citas de Peces Raros no son gratuitas, Reale dirigió algunos de sus videoclips y sus obras pueden nutrirse mutuamente muy bien. “Buscando afuera lo que está en su interior” ¿Cómo debería tomarse esta frase? El interior del cuerpo humano es carne y huesos entre otras porquerías, se ha descartado ya el buscar allí algo como el alma, tampoco el ser es algo que se ubique en algún lugar y, por suerte, no es posible capturarlo en una imagen. Lo que sí es filmable es ese buscando afuera ¿no es acaso lo que los personajes de todos los cortometrajes de Reale buscan continuamente? En Bandidas la palabra casi no se utiliza, en Esta es mi selva los personajes solo cuentan historias del lugar que habitan, que los anteceden. Las subjetividades no son contundentes porque no importan, lo que importa es la relación que se establece entre el sujeto y el mundo, lo real. Porque si, por mas novedoso que pueda parecerle a algún despistado, hay un mundo a pesar de nosotros.
Aquel verano sin hogar es un salto de calidad superlativo. Su protagonista Michel, uno de los dos niños de Esta es mi selva, decide irse de casa para vivir en la laguna. Los motivos que impulsaron al joven, nuevamente, no importan. Lo interesante está en lo que motiva a filmarlo y en cómo se filma. Si intentamos diseccionar en algunas partes la película podemos encontrarnos: por un lado con el material fílmico, que en la era digital esto supone un distanciamiento inmediato, por otro una profundización del trabajo de los cuerpos hacia un animalismo, la palabra es ahora más poética y se trabaja con una voz en off, y llegando al final tenemos algo magnífico, el campo sonoro. Reale trabaja una disociación entre imagen y sonido que introduce, en conjunto con todo lo antes mencionado, una nueva experiencia en el funcionamiento de su poética, la aparición de lo ominoso. Esto, por ejemplo, se produce de manera contundente en los planos del cementerio, todo allí funciona perfectamente. La historia que se narra comienza a cobrar sentido sin una sola imagen que confirme lo que se dice en off, porque la realidad es, en Reale, aquello que sucede entre el cuerpo y el espacio transformando y moldeando al ser, aquello que no es visible pero el cuerpo percibe. Como cuando una criatura extraña nos observa al borde de la cama mientras dormimos y que ni el sol, con su llegada desenmascarando esas ropas apiladas, logrará borrar su presencia de nuestra memoria corporal, peor aún, la fija (¿No es acaso el sol oculto entre las ramas el hilo secreto que une al cortometraje?). Esa criatura permanecerá en nuestro cuarto, como el lobizón en el que Michel se convierte cada vez que la tormenta está por llegar.

“Ahora escucho el sonido del mar
y parece que el sol me esta lastimando.”
Hasta aquí he intentado rastrear y desarrollar cómo funciona una posible poética en el cine de Reale, pero lo que no ha surgido en el desarrollo es una duda con la que muchas veces se presentan estos cortometrajes. ¿Pertenece esta trilogía a un cine de ficción? la respuesta en principio es: sí. Sin embargo, muchas veces se ha presentado como no ficción, otras como cine “híbrido” (aquella categoría anodina3) y supongo que la palabra documental impone un poco más de respeto, porque se evita ser tan categórico, pero también suele utilizarse para presentarlos. ¿Por qué surgen estas dudas? Reale admite que en la exploración de nuevas formas juega con ese ida y vuelta entre ficción y documental, también suele decirse, al presentarlas, que sus películas no terminan de marcarse en una u otra forma, como si el cine tuviese cierta obligación de hacer esto. Quizás el problema sea que esta pregunta no sea lo que haya que plantearse al ver una película. Todo arte requiere de un pacto entre la obra y el espectador, en el que este último tiene la responsabilidad final, la de pactar o no. El año pasado un reconocido crítico de cine acusó a un director de haberlo manipulado con su cortometraje haciendo pasar por verdadera la muerte de la protagonista, es decir, el crítico confundió una ficción con un documental. Lo interesante fue que los espectadores que no confundieron esto y tomaron a la película como una ficción se conmovieron de igual manera con ese film. Bien supo decir Oscar Cuervo sobre ese cortometraje que “lo que lo distingue es la emoción y eso no se puede falsear”. Por lo tanto, podemos proponer al espectador que no sabe cómo ver lo que va a ver, dos posturas posibles que le permitan no privarse de la genuina emoción que la película pueda provocar: tomar lo visto como una verdad o suspender, momentáneamente, la incredulidad. Se podría decir que es lo mismo que dividir documental de ficción, y es en parte cierto, pero la idea es que el gesto activo esté en quien observa y no en la inexistente etiqueta de la película.
Santiago Reale dice tomar siempre sus trabajos como ensayos para algo más grande, esta forma particular de pensar la producción de su obra es la que permite este texto. Los rugidos que alejan la tormenta retoman todo lo trabajado anteriormente, apareciendo en ella en su mayor esplendor. Hay un momento genial en Los rugidos… en el que Michel, que está siendo entrevistado por Reale, hace un gesto de silencio y pide que escuchen, la cámara gira pero no en busca del paisaje, sino del sonidista, en ese momento se oye un rugido que no parece al de ninguna criatura conocida, pero lo verdaderamente espeluznante no lo produce la posible criatura sino la reverberación impropia del lugar, es algo que no debería sonar así, pero suena. En el final de la maravillosa película Aquel querido mes de agosto, su director Miguel Gomes tiene una discusión con su sonidista, llamado Vasco, por la intromisión de sonidos fantasmas que nada tienen que ver con la realidad de lo que se estaba filmando. La conversación es magnífica y tiene mucho que ver con la forma en la que Reale encara sus ficciones, porque lo que las caracteriza es el trabajo sobre su punto de vista. Vasco le responde a Gomes que escuchan distinto simplemente por ser distintos, por eso en Aquel verano sin hogar donde hay un lago sonará el mar. Esto no es una contradicción con lo dicho sobre las subjetividades, porque el punto de vista es el de quien observa, su director, y la ficción está en cómo él intenta encontrar lo ominoso que existe en la relación entre el sujeto y el espacio. Por eso la decisión de cómo aparece en Los rugidos… la criatura es inteligente, es un plano fugaz en super8 que se entremezcla y confunde con el paisaje, la criatura es más que su composición física, es el mito que se produce en torno a ella y la carga de emociones y comportamientos que condicionan a los sujetos que conozcan su historia.
Si bien hay algunos momentos que puedan dialogar con películas como Tropical Malady, hay una similitud más prometedora en el trabajo de lo ominoso que puede establecer un vínculo con el cine de Jonas Carpignano. Las conjeturas posibles al ver que Reale en Luz distante decide tomar factores condicionantes de una realidad política y económica del país, son que con este alto desarrollo de un estilo y forma poética, pueda volver a aquellos personajes de Esta es mi selva o incluso, mejor aún, Bandidas que podrían estar más condicionados por un presente o un futuro posible como es el de Luz distante, trabajando esto que en el inicio del texto se plantea forzosamente. No de esa manera, claro, pero intentar pensar como el cuerpo padece ante fuerzas no visibles. De momento en Cicuta esos cuerpos son, esos cuerpos están, las poses y expresiones manifiestan la búsqueda constante del placer que produce la danza ante una música siempre omnipresente, como fieles adeptos al mesías de Davide Manuli en La leggenda di Kaspar Hauser.
Mientras que el mainstream se esfuerza por darle imagen hasta lo no visible, los cineastas como Reale intentan conjurar en un plano lo inaprensible. El cine se parece mucho a la forma de pensar y la inteligencia de un cineasta se manifiesta en la forma de resolver un plano. No se trata de ser rebuscado, se trata de preocuparse por el asunto del pensamiento. Si bien los trabajos ya existentes de Reale son trabajos que ya tienen una inteligencia como no muchas otras veces se encuentra, es un cineasta más que prometedor a quien hay que seguir con atención y sobre todo con la gratitud que merece su cine, es decir, con el acto de reflexión permanente, porque su obra invita al pensamiento.
1 Concepto con el que Mark Fisher caracteriza a sus estudiantes de Reino Unido. Esto en Bandidas es una sobreinterpretación que, en verdad, no debe tenerse demasiado en cuenta, solo tomo el término para ubicarlo en oposición a la atmósfera que se presenta en otras ficciones argentinas y para, párrafos más adelante, intentar retomar la idea al hablar de Luz Distante.
2 Gamberini, M. (19 de noviembre de 2014) Un mundo de sensaciones de los cortos de Eduardo Teddy Williams. Con los ojos abiertos. http://www.conlosojosabiertos.com/un-mundo-de-sensaciones-los-cortos-de-eduardo-teddy-williams/
3 Así es como la llama Roger Koza en un texto que le dedica a la misma http://www.conlosojosabiertos.com/la-hibridez-esa-categoria-anodina/