por Nicolás Noviello
Una vida con principios
A la salida del estreno de la última película de Lautaro Garcia Candela, un título saltaba de boca en boca, quizá todes les espectadores habían leído la sinopsis del festival, pero también es cierto que puede ser de sentido común evocar a Nueve reinas. Sin embargo, el sentido común no es un recurso muy interesante para percibir las cosas. La película de Bielinsky tiene más que ver con nuestro presente que la Cambio cambio empecinada en aferrarse a los materiales, como quizá hubiese sido más “adecuado” en el momento en que se filmó Nueve reinas. En todo caso, esa atemporalidad sí que las une, no mucho más. Esa atemporalidad también las destaca, pensar con un pie en el presente y otro fuera de él. Cambio cambio no se aferra al pasado, cree que en la sustancia de las cosas hay una importancia relevante para pensar el presente y futuro. Porque la pérdida de vista en la importancia de las “cosas” viene operando en nuestro mundo cubriendo todos los flancos con, por ejemplo, la insoportable y nefasta adulación al ascetismo, las tendencias de modas minimalistas, el fanatismo por el Doctor extraño (sin amor), las leyes de atracción, les graduades en Hogwarts, la siempre vigente astrología, etc. Mostrar lo incómodo que puede ser compartir una cama de una plaza es básico, pero clarificador. Hacerlo sin quitar dignidad a sus personajes es una toma de postura ¿O acaso es verdad que les jóvenes “nos resistimos a comprar propiedades” o preferimos pocos metros cuadrados para vivir por seguir una tendencia?
Marcos, en Nueve reinas, es un estafador que utiliza su prepotencia para estafar a les más débiles, y es también quien luego termina siendo estafado por el eslabón más alto de la cadena alimenticia: los bancos. La película es arbitraria e inteligente en elegir ese desenlace. Es decirm la forma que Juan entiende como la única posible para convencer a Marcos de que perdió es que crea que fue contra uno más fuerte que él. Cayó ante el mejor. Nueve reinas es una película ideal para pensar la nueva retórica bancaria con la que el mundo comenzó a manejarse en el Siglo XXI. Esa retórica que, por ejemplo, convenció a EE. UU. de salvar a los bancos en la crisis del 2008 con la siempre presente promesa de una expansión del capital. Se puede imaginar a los dueños del banco como a Marcos diciéndole a Juan (el gobierno) “pagá vos, yo después te la devuelvo”. Está clarísimo que si la dupla Darin–Pauls hubiese ido a los Oscar el mundo se habría evitado una gran crisis y algunas guerras. En realidad no. No por la ineficacia de la película, claro, sino por la exageración de estas oraciones. Lamentablemente el resumen de Nueve Reinas es que Marcos es un piola y Juan uno todavía más piola porque cagó a uno re capo. Estafador que estafa a un estafador… como si en el final de la película no existiese ese poder mayor que dice «presente». ¿Se debe problematizar el puesto que ocupa en el top Nueve reinas o está claro que las miradas sobre la película no responden a una lectura que la ubica entre esas películas del mainstream argentino que premian a la justicia por mano propia?
El peso en mi nuca no es por un cadenon, me apunta la lupa de Dios
Volvamos a Cambio cambio. Pablo, el protagonista, no es un delincuente, como tanto les preocupa ser llamados a todos los personajes de la película de Bielinsky (Juan, su padre, Marcos, Washington, todos ellos se ofenden al ser confundidos con un chorro). Pero Pablo tampoco es un estafador, la tramoya que ejecuta para ganar dinero extra nunca pone en riesgo el dinero de nadie, solo su integridad física. Pablo sí es de los que pone el pecho, como los delincuentes, pone en juego lo único que tiene que es su cuerpo. Sin embargo, falla en ese razonamiento, la venganza de su jefe es aún más dolorosa porque implica a les otres. A diferencia de los personajes de Nueve Reinas el miedo que tiene el protagonista de Cambio cambio es que otro salga perjudicado. Esto no quiere decir que las películas tengan éticas distintas, lo que cambia es la moral de los personajes. En el primer caso, la moral se acomoda a las acciones de cada individuo: cuando Marcos se justifica con un “todos harían lo mismo”, está diciendo “todos tienen su propia moral, yo tengo mi propia moral”. Esto en Pablo no funciona, no le alcanza y es lo que hace que termine quedándose en Argentina para ayudar a su amigo. Cambio cambio rechaza absolutamente el espíritu del “sálvese quien pueda”, la moral es algo que excede a sus personajes. Después de todo, la moral solidaria no era algo que faltaba en Te quiero tanto que no se.

Mientras Nueve reinas mira hacia afuera y desde arriba los problemas macro del país y el mundo, Cambio Cambio mira hacia adentro y desde adentro. Pueden ser estéticamente similares, pero la película recientemente estrenada tiene más relación con películas como La Deuda en donde hay un problema micro atravesado por uno macro y no uno que juega a desvelar mediante un paralelismo. Son ejercicios distintos. La diferencia principal se evidencia en el peso que los materiales (las cosas) tienen en la película y en cómo los personajes interactúan con ellas. Candelaria Carreño, en su crítica para Caligari, lo destaca muy bien al preguntarse “¿para qué quiere el dinero Pablo?”. Al responderse destaca el valor utilitario que tiene el dinero en la película y eso es una diferencia sustancial con Nueve Reinas en donde el dinero significa un prestigio. He allí la obsesión del personaje de Darin con el culo en tanto significante, específicamente cuánto vale cada culo, ese es el precio de una persona, su prestigio y su dignidad. Cuanto más se tiene más se vale. Es un plano (casi) metafísico, en tanto que el dinero determina el ser. En la primera escena de la película, Juan hace un truco (de magia) y se queda con más dinero del que tenía, pero no compra nada, deja la mercadería e intenta nuevamente el truco. Los billetes aparecen inicialmente como la herramienta de un mago, luego de eso los billetes aparecen dos o tres veces más y siempre en torno a un truco. El chiste final es, justamente, la ausencia de ellos en la valija que solo contiene un cheque. Cuando ese cheque quiera cobrarse, cuando todos quieren retirar su dinero a la vez… «¿Vos te acordás de lo que pasó en el 2001?» Le pregunta Flor a Pablo en Cambio Cambio. Pero hoy la cosa es distinta, nadie quiere tener dinero en el bolsillo, excepto, claro, personas como Pablo que necesitan la moneda, el papel físico para trabajar. Es por esto que son atemporales e intercambiables en el tiempo las películas. En Cambio cambio el dinero pierde su aura y vuelve a ser solo una cosa que se cambia por otras. Esas otras que bien enumera Carreño.
Pero si esta diferencia no sirve se puede intentar utilizar el método que el propio García Candela propone en su texto Kohn vs. Khun1 y pensar ¿dónde se ubicaría a Nueve Reinas? El personaje de Pauls funciona como un sujeto tácito si lo comparamos con el Murúa de Pajarito Gómez ya que ambos guionan la película desde dentro, pero con la diferencia de que solo nos damos cuenta en el final donde entendemos que el personaje de Darin no era libre de nada, estaba tan atado como el espectador a aceptar el juego de la película sin saber las reglas. En cambio, en Cambio cambio (JA) los personajes tienen libertades que no poseen los de Bielinsky, pero lo que finalmente condiciona su vida es el factor dólar y cómo influye en el lugar en el que les toca vivir, es decir el humanismo, primero y el naturalismo, luego: Kohon.
¿Dónde pongo un trono en mi mono-ambiente?
Si se le pregunta a un joven como Pablo ¿cómo estás? (si es que se tiene el atrevimiento de hacer esa delicada pregunta a un joven) puede recibir una respuesta justa y sincera que sonaría algo así: “Bien, dentro de lo que se puede, bien”. Ese sería un lindo título alternativo para la película de García Candela, porque uno de sus aciertos es delimitar ese dentro de, ese marco que condiciona la vida de un joven en el Siglo XXI. Disculpen la brutalidad: el siglo del neoliberalismo.
Siempre son interesantes las contradicciones que pueden nacer de una misma persona, entre el crítico y el cineasta ¿cuántas oportunidades se tiene para realizar ese ejercicio? Así que pongamos un poco en tensión la mirada hasta aquí presentada sobre la película de LGC con la mirada del propio LGC sobre otras películas. En un texto del 2019 publicado en La vida Útil, titulado 12 años de cine argentino, Lautaro escribió lo siguiente:
Por alguna extraña razón las historias se replegaron al espacio privado. Dentro de nuestros márgenes seguros. El director que, dicen algunos críticos, encarna la idea del encierro en el espacio privado es Matías Piñeiro. Se dice de su cine que es apolítico, que representa a las clases acomodadas haciendo sus gracias en un contexto que necesita miradas más comprometidas. ¿Será que hay un mecanismo del sentido común que hace pensar que, cuando una película habla de la parte del mundo que el cineasta conoce, eso no es político, como si lo político fuera todo aquello a lo que no pertenecemos o nos excede?
Pensemos ahora, para luego retomar, ¿cuáles son los horizontes en Cambio cambio? La película transcurre durante mucho tiempo en la calle, pero ¿cuántas veces se ve el cielo? Los edificios se vuelven mucho más grandes de lo que son, parecen no tener fin, como en una película de cyberpunk, los personajes viven en las sombras. El funcionamiento de la película termina desnudando un artificio, los escenarios de un sistema. No hay escenografía, pero sí delimitaciones bien claras que trabajan como un plano cenital en Dogville. El departamento, la cama de una plaza, la mesa donde se estudia y cena, el escenario donde se toca, el garaje donde se ensaya. Los espacios interiores son siempre reducidos y apretados, no hay espacio para más, de hecho siempre sobra gente, no alcanza para todes. El espacio exterior es la apretada calle Florida, donde tampoco hay lugar para 2 arbolitos en un mismo sitio. Pero, corrección, porque no faltan las gauchadas, siempre puede hacerse un lugarcito. Todo sucede dentro de. En la película se puede ver las limitaciones del encierro, el porqué hay un dentro que nos enmarca. Cambio cambio no se conforma con «una extraña razón» y busca una razón extrañada, llena los planos de contornos de los cuales no se puede salir, no no se quiere por esa comodidad que (el autor de este texto cree) conforma a la clase acomodada. Curiosamente, cuando Pablo puede cómodamente rajar, quiere quedarse. Desde luego que un cine que defiende ese espacio privado por conveniencia y conformidad no es apolítico, es tan político como aquel que expone el encierro por molestia e inconformidad2 . Quizás esto no sea una contradicción, tal vez solo sea una inconsistencia, pero si hay que arriesgar prefiero quedarme con la primera. Como al inicio, la contradicción del joven que se endulza con Bad Bunny y luego lo cuestiona.

El problema del encierro y/o el espacio privado en el cine es delicado, porque puede confundirse con la creencia de que el cine crea nuevos mundos, nuevos universos. El cine no se trata de eso, aporta nuevas miradas pero siempre sobre un mismo mundo, esto es lo que convierte en documental a toda película, sean Harry Potter o Hard to be a God. Esto LGC lo tiene claro cuando dice que “Piñeiro no le esquiva a los modismos ni a las marcas de época en la ropa. Sus películas también son un documento de los modos y formas de la juventud en estos años”. Pero hay que tener presente que hay una ideología que cree firmemente en que el espacio privado es posible y que cada persona o familia es un mundo impenetrable en el cual no se involucra. Pueden resultar lúdicos y atractivos, incluso interesantes, pero los castillos de almohadones que crean algunes artistas para aislarse del mundo no funcionan, más bien son funcionales. Es una postura problemática que, por cierto, se parece bastante a la de Ricardo en Nueve Reinas regido por su propia moral, pero podríamos extender a su propia percepción. Si todo se rige por la percepción, si cada persona es un mundo, nuevamente, no hay verdad, todo es opinable: el pasado se puede acomodar, como en Vía negativa, lo ilegal es legítimo como en Cambio cambio y una serie puede ser una película como en la encuesta (disculpen el encono). ¿No es acaso magnífica la contundencia que tiene la verdad en Nueve Reinas? Una cachetada y un rodillazo en las bolas, esa es la verdad para les hermanes de Ricardo.
Este texto empezó como un mapa caprichoso (que casualmente nace en la película de un cartógrafo), pero se fue por las ramas. Confundido en(tre) la cartografía y la botánica concluye con las siguientes y últimas apreciaciones.
Hay una adorable estupidez en los diálogos de Cambio Cambio que podría extenderse a Te quiero tanto que no se (y, ya que estamos, para jugar un poco más, arrastremos a Vía negativa y Juana Banana). Lo adorable aparece aquí en cuanto a la torpeza expresiva, y la estupidez, en realidad, se presentaba en el título de la película precedente y se vuelve ostensible en sus conversaciones. Cambio cambio le hace bien (no la salva) a Te quiero tanto… en tanto que al complejizar (o directamente aparecer) los factores que aquejan a los personajes, sin modificar la verbalización con la que se responde a esos condicionantes, se detecta más un problema (grave) actual que una falencia de guion. Les jóvenes no saben (no sabemos) hablar o, mejor dicho, no sabemos comunicarnos. Les jóvenes no somos estúpides, no se trata de condenar a una generación. Aunque Cambio cambio ya no es sobre jóvenes, detecta mejor (o simplemente detecta) sus problemas. Las razones relacionadas con la torpeza comunicacional en nuestra generación varían y los cambios tecnológicos sufridos en nuestro desarrollo tendrán bastante que ver, pero nada de eso aparece aquí (salvo por el esbozo mencionado en Via negativa). Sin embargo (muy) de a poco van surgiendo en el cine argentino contemporáneo distintos factores que atentan contra las libertades personales y esa supuesta no intervención que el capitalismo tiene para con la vida individual, se disuelve. Es «fácil» enunciar los factores materiales como el dinero, vivienda, alimentos, etc. pero evidentemente no es tan simple comprender y resaltar los conflictos emocionales que acarrean. A quienes tanto nos preocupa esa realidad (capitalista) en la que vivimos no deberíamos olvidar que hay demasiado para pensar en materia de salud mental y no tomar tan a la ligera palabras como angustia o depresión que son las que tienen a veinteañeres visitando amigues en el cementerio.
En la medida en que no tenemos tiempo para dedicarnos al afecto no sabemos cómo expresarlo, eso es Te quiero tanto que no sé: jóvenes queriendo decir algo que no saben cómo, pero quisieran (You talkin’ to me?). Eso es “tener poco tiempo para enhebrar las ideas y un corto aliento” y es por esto que Cambio cambio le hace bien a su antecesora que no explicaba su torpeza y quedaba sola en su estupidez. El poco tiempo no responde a una longevidad, no hay que confundirse, el tiempo desde Unrest para acá se rige por las jornadas laborales próximas a disolverse y ocupar todo un día. El lenguaje, quizá (seguramente), no es una preocupación de estas películas y esto es simplemente una conjetura más que forzada por una simple percepción molesta (que no debería ser tenida en cuenta): los personajes no saben expresarse, pero se preocupan por hacerlo. Ese dentro que limita, propone una economía del lenguaje y los sentimientos. Para expresarse con libertad hay que pensar con libertad, estar atado al presente sin posibilidad de imaginar un futuro condiciona hasta la forma de caminar. Sentencia estúpida final: Cambio cambio no pertenece tanto a las ramas del árbol de que se desprenden de Nueve reinas como a las que florecen de El Futuro Perfecto.
1 El texto fue publicado en el N°3 de la revista La vida útil y su título completo es Kohon vs. Kuhn: Dos fantasmas recorren el cine argentino.
2 Esto solo busca responder a ese párrafo del texto que se refiere a un “tipo de cine” y se ejemplifica con Piñeiro, no al desglose interesante que realiza sobre el cine de Piñeiro del cual poco vi. Aunque sí vi Isabella, película en la que filma la apretada subida a una terraza de la misma manera que la subida a un cerro, o el cruce de un lago igual a un cruce peatonal. La vida no es un departamento, lo padecemos.