8M: DE CALLES Y PALABRAS

El 8M nos encuentra en un escenario sórdido. Despertar, abrir una red social, prender la radio, recibir un newsletter, salir a la calle se convierte en un flujo de malas noticias que nos enfrenta cada día a la frase: “A ver qué pasó hoy”.

El derecho a decidir abortar vuelve a estar en riesgo. El lenguaje inclusivo queda prohibido en el ámbito público. Pero no son las únicas demandas de este 8M donde el incremento de la pobreza, del boleto del transporte público, la nafta, los precios de alimentos y servicios y los alquileres golpean el bolsillo de todas las familias. En paralelo, atentan contra TELAM y CONICET, cierran o peligran institutos y ministerios, aumentan los despidos -por estos días, junto a la designación de Carlos Pirovano como nuevo interventor del INCAA, a pesar de ser un economista con nula carrera en el sector, se efectivizaron 170 despidos de trabajadores y trabajadoras- y vivimos con preocupación la crítica situación de las universidades públicas declaradas en estado de emergencia económica -convirtiendo en un trágico escenario posible el presagio de Puan.

Más trágico es el escenario para lxs jubiladxs a quienes el plan de la motosierra lxs encuentra eligiendo qué medicamento priorizar. Jubiladxs que parecen convertirse en la casta del discurso presidencial, a quienes se ataca y se elige liquidar. O los comedores comunitarios que dejaron de recibir los fondos del Estado. La “Casta” se convierte en un significante vacío, al igual que la “Libertad”, que se rellena dependiendo de la amenaza-distracción del día. Las dificultades materiales son acompañadas por un discurso virulento que estigmatiza y daña a numerosos sectores de la población y a nuestros consensos democráticos. 

Todas estas decisiones políticas repercuten de forma especial en las mujeres y diversidades, más expuestas a la pobreza y el endeudamiento atravesadas por una sociedad machista, capitalista y patriarcal. Constantemente vemos la puesta en peligro de derechos que conquistamos colectivamente luego de largas luchas por garantizar nuestra identidad y derecho a decidir sobre nuestros cuerpos (Ley IVE, Ley de los 1000 días, Ley de matrimonio igualitario, Ley de identidad de género, Ley Micaela entre muchas otras).

En este escenario y en este día pensamos en la importancia de estar unidas, de poder empatizar con otras realidades, de comprender que en esta pelea lo único que tenemos por seguro es la potencialidad del estar juntas, evocando la leyenda que se popularizó a partir de la experiencia bolsonarista: “Ninguém solta a mão de ninguém”. Es por eso que desde los espacios que habitamos intentamos contribuir a la creación de feminismos populares, diversos e inclusivos, priorizando la dimensión sensible en un presente que promueve la digitalización y el atomismo. 

Estamos convencidas de que ninguna expresión cultural puede estar aislada de su contexto. La disputa incluye el lenguaje y el sentido. Consideramos que una forma de resistencia es volver a confiar en la palabra, en la discusión, en los vínculos, en lo colectivo y no entrar en la lógica de mercado que intentan imponernos para referirnos a derechos tan fundamentales como la educación y la cultura. Ante la deshumanización replicamos con más empatía y organización. 

El cine es una forma posible de adentrarnos en otras realidades, en distintos imaginarios, territorios y una forma de salir de nosotrxs mismxs, no de un modo evasivo sino para comprender que somos parte de una comunidad. El cine puede acercarnos, contribuir a fomentar la empatía, una empatía que se transforma en movimiento transformador. 

En un momento tan vulnerable para el cine nacional, donde las noticias se oyen desoladoras y se pone en riesgo no solo el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales -con sus respectivas salas, escuelas, festivales y su fondo de fomento- sino 700.000 puestos de trabajo a lo largo del país, pensar la importancia de la cultura resulta urgente. Poner en peligro nuestro cine es poner en peligro nuestra historia y soberanía nacional. La resistencia tiene que ser tanto en los textos como en las calles y quizá sea hora de volver una vez más a Leonardo Favio, no solo a sus películas, sino a sus palabras. Comprender su herencia, cuando se decía y nos decía que ese es nuestro oficio… testimoniar el llanto, testimoniar la historia, cantarles a la pasión, a la poesía: ser memoria

En medio de un discurso de odio naturalizado como política de Estado y síntoma epocal, debemos defender nuestra memoria e impedir que nos quiten la posibilidad de pensar, escribir y crear con ternura. Eso también nos enseñó Favio. Una ternura que no permitiremos que nos arranquen.

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