#8M EL HOGAR ES UNA MADRE ENLOQUECIDA. ESCRIBE: ANTONELLA DEFRANZA

por Antonella Defranza*

Hogar: Definición de la Real Academia Española
Del b. lat. hisp. focaris, y este der. del lat. focus ‘hoguera’, ‘hogar’.
2. m. Casa o domicilio.

El género de hogar es masculino y no puede no haber tendencia en esto. El lenguaje fue creado detrás de estructuras donde las fortalezas se nomenclan masculinas y las debilidades femeninas. Así, por ejemplo, si tuviera que describir un vaso diría que es fuerte, resistente. Si tuviera que describir una copa, la adjetivaría fina y frágil. El vaso y La copa, que para el caso aparentan ser lo mismo, recipientes para beber líquidos más o menos distinguidos son, para nuestro lenguaje, descritos por características de género. Estemos de acuerdo o no con esto, la idea es por lo menos pensarlo.

Un hogar es más que solo una casa o un domicilio. Es el espacio que habitamos, que tiene nuestras cosas, rincones, historias, nuestros fantasmas. Ese espacio cargado de sentido, de recuerdos, de rutinas, de personas; ese es nuestro hogar. Sin sus muebles, sus cuadros o posters y manchas en la pared, no sería nuestro. Y no importa si alquilamos o somos dueñxs (eso cada vez menos), si lo ocupamos; importa el espacio que creamos, inclusive con cierto nomadismo.

En general e históricamente, al menos hasta cercano el siglo XXI, la casa era mantenida por el padre, desde lo económico. Era el sostén fuerte, imprescindible, a veces invisible. El padre se iba temprano y tarde volvía, se quedaba dormido en el sillón luego de la cena y sus hijxs, probablemente, guardaban sus historias y secretos para compartirlos el fin de semana. 

La mantención emocional, psicológica y afectiva de la casa casi siempre la llevó la madre. Y acá voy a cambiar el tiempo verbal para describir su rol, pues es en un presente continuo: la madre despierta y los despierta, alimenta, lleva, cocina, espera, se mira al espejo y sirve. La madre los duerme, se pregunta y guarda. La madre es, en muchos casos, quien desde la ternura crea el hogar y, muchas más veces incluso, es el hogar en sí mismo.

Estos tiempos que nos convocan a la reflexión han logrado romper las estructuras clásicas (por suerte para los varones, las mujeres y las diversidades) no solo de estos hogares reales que corresponden a nuestra vida histórica, sino también desde la mirada audiovisual. Los espacios que habitan los personajes en los hogares de película empiezan a cuestionar los roles y, quien se atreva a sentarse en una butaca de cine o un sillón a descubrir estas nuevas narrativas, seguro se interpele y cuestione su propio rol. 


Home es la ópera prima de la gran Ursula Meier quien, casi a modo de reality show, nos muestra la vida de una familia tipo en algún lugar de Suiza, Francia, Bélgica o por allí. Supongo que no elige un punto certero del mapa porque podría ser cualquiera. 

Una familia vive en una casa hace varios años, con la particularidad de que está emplazada en medio de un campo, sin un horizonte urbano aparente y al costado de una autopista abandonada. La familia que contiene Marthe (Isabelle Huppert) no solo habita el espacio interno de ese hogar, sino que habita un patio y empieza, lentamente, a habitar la carretera. En muchos momentos esa casa parece un motor home estacionado en un lugar prohibido, o al menos incómodo para otros. Pero nadie en la familia lo nota. De a poco sus cosas empiezan a desperdigarse por el afuera, que no es de nadie más que de ellxs.

Todxs realizan su vida habitual, una vida standard moderna: el padre va al trabajo para la mantención económica, lxs hijxs al colegio en algún lugar de ese horizonte y la madre…la madre de esta familia tradicional es la que se deja ir en medio de la fortaleza de su rol, la que esconde sus miedos, sus deseos y su furia. ¿Tiene pasado?¿Quién fue antes de ser esta? El personaje de Huppert conforma el hogar, es quien le da vida a cada espacio de esa casa: al baño compartido, a la mesa, al sol en reposera en el patio. Pero este personaje posee, como toda madre encuadrada entre los umbrales de una casa, una violencia contenida dentro de tanta ternura. 

La autopista empieza a poblarse por personas que aparentemente la restauran para que vuelva a funcionar. La familia observa, parece omitir y seguir con su vida, pero con nuevos  trastornos como el de tener que cruzar una carretera que de día está en refacción llena de operarios y, de noche, dejando secar la brea. El hogar tranquilo, endogámico, controlado y feliz se empieza a ver afectado por el exterior invasivo.

La apertura de esta carretera es el segundo plot de la película de Meier. Y de este punto no hay retorno. La locura de sus protagonistas, llevada adelante por la madre, hace que el hogar amplio y con patio de camino se convierta en una casa amurallada para escapar de los ruidos, las miradas, lo ajeno. El film que hasta ahora era un delirio simpático, se convierte en un thriller asfixiante. El afuera amenazante, el interior opresivo y el amor contaminante nos llevan a repensar el concepto de hogar familiar. Este no parece muy lejano a muchos hogares existentes.

Ursula Meier es, de base, documentalista, y aborda a su sensacional ópera prima desde esta mirada y un mensaje tan asfixiante como la última parte del film. Lo que le pasa a la familia es casi un reality, porque lleva a identificarnos con la mirada interna del hogar y, a su vez, con la mirada tabú de quien obligadamente tiene a una familia casi desnuda delante de sus ojos al transitar una carretera. La promiscuidad excede a la familia y se apodera de todos los ojos. ¿Acaso en nuestra vida diaria lo público y lo privado ya no perdieron el límite? Si sabemos todo de todxs, si las redes nos exponen, si las calles nos atraviesan, los edificios nos tapan las ventanas; si los miedos no se quedan afuera de las paredes del hogar, si lo propio en verdad no es más que una compra. 

Un hogar puede no tener paredes y es allí donde, paradójicamente, es encierro y opresión. Un hogar es una mujer enloquecida y encerrada para defender a su familia cuando probablemente la amenaza está dentro del mismo. El hogar es la desesperación por sentirse parte de algo. El hogar es, muchas veces, el lugar más violento que vayamos a habitar.

*Antonella Defranza. Se desarrolla como creadora y productora de contenidos desde hace más de diez años. Fue docente de guion, redactora y productora en Revista Caligari, equipo de producción en numerosas publicidades y contenidos audiovisuales independientes, hasta trabajar en el área de contenidos de Paramount. Dirigió Foto Documento, cortometraje actualmente programado en Octubre TV vía INCAA. Actualmente trabaja como redactora, storyteller y guionista para diferentes agencias, como productora y como guionista independiente.

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